Como los motivos del lobo con el que supuestamente pactó el santo de Asís la efímera tranquilidad de Gubbio, según el hermoso poema de Rubén Darío, también los motivos de los lobos de la comunicación suelen estar a discusión. De hecho, éstos están siendo sujetos cada vez a mayor escrutinio público, en México y en el mundo.
Es el caso del artículo de ayer en el NY Times del especialista de negocios Joe Nocera, sobre la decadencia a la que condena su nuevo dueño a la revista The New Republic. Y es el caso también de las dos columnas que le dedicó ayer y anteayer en estas páginas el columnista político Salvador García Soto a los reales o supuestos motivos tras el famoso reportaje de Aristegui Noticias sobre la casa blanca de Las Lomas.
A propósito de la crisis de la centenaria The New Republic, identificada en otras épocas con posiciones centro izquierdistas o liberales, Nocera recuerda en el Times de ayer la confesión que le hizo su dueño hasta los primeros años de este siglo, Marty Peretz, de que su compra de la publicación en 1974, más que como negocio, la consideró como "megáfono" para sus posiciones pro israelíes y antiárabes que ha sostenido por décadas y que incluyeron su campaña a favor de la invasión de Irak en 2003. Aquella inversión le trajo además influencia y estatus social, registra el columnista de negocios del NYT.
Y a propósito del golpe periodístico de Aristegui, el columnista político de EL UNIVERSAL revela que se trató "en realidad de un expediente político que se comenzó a confeccionar varios años antes, por lo menos desde 2010, y en cuya investigación y armado participó un equipo especializado de inteligencia y espionaje político que trabajaba bajo las órdenes del entonces jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard".
Gargantas profundas. Probablemente si aquí hubiera una cultura periodística de negocios como la de EU, esta historia podría haber empezado como la de Nocera sobre Peretz, ligado, por cierto, a un largo historial de intolerancia, fanatismo y racismo, así como a un escándalo mayúsculo de fabricación de noticias mientras estuvo al frente de la revista. E igual que la compra de The New Republic por Peretz, la contratación de Aristegui por MVS no habría sido vista tampoco como negocio, sino igualmente como "megáfono" para la defensa de los intereses corporativos de la empresa amenazados por el gobierno de Calderón, a los que se habría aliado más tarde el imperio Telcel para tratar de abortar la legislación antimonopolios del actual gobierno.
A ese "megáfono" habría recurrido a su vez Ebrard, "un político ávido de venganza" por el descarrilamiento de sus ambiciones, para colocar la historia de la casa blanca de Las Lomas, de acuerdo a la historia publicada aquí por García Soto. Pero el hecho de que un golpe periodístico surja de una filtración no sólo no desacredita al periodismo, sino que es algo común a las grandes revelaciones informativas. Antes de morir se confesó públicamente en Vanity Fair el director adjunto del FBI que, motivado por el resentimiento, fungió de "garganta profunda" para el escándalo de Watergate estallado en 1972 por el Washington Post. Y antes, un funcionario de la Defensa, Daniel Ellsberg, entregó en 1971 los Papeles del Pentágono al NY Times, con motivaciones pacifistas.
Motivos políticos. Pero los motivos de estos lobos se inscribían en un movimiento social para poner fin a la guerra de Vietnam, ciertamente aprovechado por el establishment de Washington para deshacerse de Nixon. Mientras los motivos de los lobos domésticos encajaban directamente en el proyecto político de tirar al presidente de México a fecha fija, como la periodista Aristegui les habría adelantado a los corresponsales extranjeros al comparar su trabajo con el de Watergate, de acuerdo a las columnas de García Soto.
Finalmente, tampoco escapan al debate público los motivos atribuidos a Televisa por las inesperadas actuaciones antipresidenciales de dos de sus estrellas. Ya lo analizaremos.