Hoy en día los políticos mexicanos están conscientes del poder de las redes sociales. Están en Twitter, tienen perfiles y páginas en Facebook, publican fotos en Instagram, exploran Google+ y han cambiado su Blackberry por el vulnerable Whatsapp (no sabiendo que la confiabilidad del BBM está disponible para todas las plataformas desde el año pasado).
Estas redes muchas veces son manejadas por asistentes o un equipo de imagen y relaciones públicas del político en cuestión. Sin embargo, existe un desconocimiento absoluto sobre el verdadero poder y naturaleza de las mismas: reflejan la voz de muchos ciudadanos que no necesariamente están de acuerdo con sus acciones.
Para el político promedio las redes sociales no son mas que un escenario en donde se debe ganar una batalla, su lectura o interpretación sobre su complejidad es mas bien simplista y primaria, no les importa si los siguen 40,000 perfiles de Twitter que no existen (bots) o si sus seguidores solamente son quienes dependen de ellos (los integrantes de la sagrada nómina que retuitean todo lo que el jefe publica) su respuesta y actitud casi siempre es la misma: el desdén con el que se toma la opinión de los que opinan diferente a ellos.
Jesús Silva Herzog Márquez hace días hablaba sobre el patrimonialismo con el que los políticos mexicanos de la actualidad ven el poder, su visión personalista les hace confundir y desdeñar la opinión que sea diferente a la de ellos, la encuentran no sólo discordante sino insultante y esto se refleja en sus redes. Su manejo sobre los bienes públicos se hace desde una visión personal y la política que se aplica es su visión intocable, recuerdan a la monarquía absoluta de Luis XIV a quien se le atribuye la frase "El Estado soy yo".
No por nada a los Gobernadores les llaman Virreyes.
Veo a políticos de todos los tamaños y colores y sus redes sociales como si estuvieran en una fiesta privada en donde sólo se divierten quienes dependen de ellos o quienes tienen intereses en conjunto, no existe en redes un personaje de la política que proponga un verdadero debate de ideas en el marco del respeto y la tolerancia, escasean como escasean en la vida real.
Por eso abunda la venta de bots, el trolleo profesional (que no es mas que una versión cibernética del porrismo) la guerra sucia y la difamación. Por eso es común que los políticos contraten usuarios que tienen mas de 100,000 supuestos seguidores aunque su índice de influencia, cuyo establecimiento requiere de varios indicadores mucho mas profundos que un simple número, sea mediocre.
Es decir, muchos de nuestros representantes siguen sin aprovechar la oportunidad de oro que las redes sociales les presentan: escuchar al pueblo.
El acceso a estos foros de opinión cada vez será mas frecuente y popular y su manipulación por parte de los mercaderes del porrismo en Twitter será cada vez más difícil y más burda. Si los vemos, se nota…
Charlemos en @_TORRESBERNAL