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Los restos del naufragio

ADELA CELORIO

El 2013 naufragó. Muchas expectativas y pocas realizaciones. Muchas reformas en papel que hasta ahora sólo han conseguido alborotar a los grillos. Ningún cambio significativo en nuestra jod... realidad. "Todo tiene que cambiar para que todo siga igual", decía el pícaro Tancredi ("Gatopardo" de Giuseppe Tomasi de Lampedusa) El año naufragó en muchos sentidos aunque aún flotan por ahí algunos momentos rescatables; como el aire fresco de la pasada primavera en que apareció por primera vez en nuestras pantallas el Papa Francisco. Sonriente, el recién Papa no flotaba entre nubes de incienso con sus zapatitos de seda rojos -bordados por las monjas- sino que con sus viejos zapatones pisaba el mismo suelo que pisamos los mortales. En aquel momento -seguramente el más importante de su vida- en vez de bendecirnos desde su cielo Papal; pidió a los católicos del mundo: "denme su bendición, oren por mí". ¿Cómo? -Me dije yo- ¿qué no era al revés? La sonrisa de Francisco anunciaba una luz en las tinieblas en que se ha movido la Iglesia durante demasiados años. Rescato en mi memoria ese momento y confirmo: me gusta. Flotan también, entre los restos de mi personal naufragio, los luminosos días de agosto en que visitamos Parras: los viñedos, el verano, los encendidos colores de los vestidos de las mujeres. Catas aquí, allá y acullá; la alegría, las risas de mis amigas en flor. ¡Ah!, el verano siempre es memorable. Las postrimerías del verano anuncian el derrumbamiento del año, y en ese derrumbamiento aparecieron las hordas de maestros que inconformes con la optimización de su oficio, acabaron con el de por sí precario orden con que contábamos. Menos mal que para sobrevivir en esta capital colapsada, siempre estarán los libros. Para mí, los más destacables de este año han sido: "La libertad de ser distinto" (Plaza y Janés) en el que el filósofo Óscar de la Borbolla se pasea libremente por los temas esenciales de la vida cotidiana: […] "Porque aquí todos mienten y se despistan los unos a los otros para sobrevivir; y salvo los fanáticos que se han engañado a sí mismos con la patraña de que la verdad es buena, para el resto -y somos mayoría- la mentira es nuestra verdadera patria. […] "Todas las mentiras, hasta las más puerilmente evidentes, toscas, tontas, y contradictorias, encuentran siempre algún partidario". Y permítame pacientísimo lector, otro pequeño fragmento del mismo autor: "Yo divido a las personas en dos bandos: las que me empeoran y las que me convierten en uno que me gusta ser. A las primeras las rehúyo, de las segundas me enamoro". ¡Ay, yo también! Otro libro que se niega a hundirse junto a tantas otras cosas que se perderán en mi personal naufragio del 2013; es "La inteligencia fracasada. Teoría y práctica de la estupidez". (José Antonio Molina Editorial Anagrama) en el que el lector puede encontrar verdaderos hallazgos pero también el testimonio cínico del ciudadano individualista y posmoderno que afirma: "Para movilizar a la sociedad, no hay nada como el odio o el miedo, porque ambos sentimientos proponen metas muy claras: destrozar al enemigo o ponerse a salvo; o […] "fuérzalos a construir una torre y los transformarás en hermanos, pero si quieres que se odien, arrójales un poco de comida": ¿Así de feo o más? Del otoño me quedo con el premio Cervantes. No me lo dieron a mí, pero se lo dieron a la Poni, mi maestra, la buena Elena por el empeño de toda una vida en que encorvada sobre su vieja máquina de escribir, nunca se preguntó para qué. Bien temprano en la vida, descubrió que escribir era su oficio; "mi cuerpo no sabe hacer otra cosa, en cuanto puede se va solito a la computadora". La Poni que ha trabajado como negrera de sí misma sin preguntarse nunca lo que encontraría al final del camino. La Poniatowska que dio voz a tantas mujeres que no pueden hacerse oír; se ha hecho merecedora del importante reconocimiento de España a las los escritores mexicanos. Finalmente me quedo con lo que va quedando de mí: montones de energía, curiosidad, ganas de entrarle a lo que me ofrezca la vida. A las letras que nunca me traicionan, y a los niños de mis niños, consumidores compulsivos quienes incapaces de desconectarse de sus teléfonos celulares, de sus Ipads; critican despiadadamente mi apego a la vajilla que heredé de mi abuela, a mi abrigo del año de la canica, a mis aretitos finos; porque: eso ya no se usa, dicen. Y no, no ha sido un hallazgo de este año, pero sigue siendo un milagro gratuito la amistad y el cariño que me han mostrado tantos amigos laguneros. Vaya para todos mi abrazo más abundante. Estos son los restos que rescato del 2013; y el capital con que apuesto fuerte al 2014. Y usted ¿con qué?

adelace2@prodigy.net.mx

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