Como todos, inexorablemente llegó a su término, a su momento. Su vida carnal terminó hace un par de días, su ejemplo y legado permanecerán por mucho más tiempo. Una vida de tanto esfuerzo y dedicación no puede sencillamente extinguirse simplemente por su desaparición física.
El licenciado Miguel Ángel Ruelas Talamantes dejó una enorme escuela para todos aquellos que tuvimos la oportunidad de trabajar a su lado, de tener su trato.
Nacido en Miguel Auza, Zacatecas, a finales de la década de los treinta, el entonces niño Miguel Ángel se trasladó a Torreón para cursar el sexto año de la instrucción primaria. Ya instalado con unos parientes en La Laguna, faltaban algunos meses para el inicio de clases, y desde entonces Ruelas Talamantes era una persona inquieta, enemigo del ocio.
Esas circunstancias lo hicieron acercarse a El Siglo, en busca de cualquier oportunidad para aprender y aprovechar su tiempo, desde entonces y por más de sesenta años, su vida estuvo vinculada a la empresa a la que profesionalmente le entregaría su vida: El Siglo de Torreón.
Empezó de mero ayudante, pues era casi un plebe cuando entró a trabajar. Luego, con el pasar de los años al ya joven Ruelas le fueron asignadas tareas en los talleres del periódico, con turnos laborales pesados. Por años y años el licenciado laboró de noche.
Su tesón y profesionalismo le fueron forjando poco a poco el lugar que se fue granjeando, hasta que se convirtió en lo que antes se denominaba Administrador de Noche, que ya era de categoría, puesto que la función que ya había alcanzado lo colocaba como máxima autoridad administrativa en el turno nocturno en la organización, aunque por ser obviamente un rotativo, muchas de sus operaciones se ejecutaban justamente en los horarios donde él estaba al frente. Su labor de entonces fue impecable, lo que le permitió seguir ascendiendo. No sólo por lo eficiente de su trabajo, sino porque ya con años, tuvo el arrojo, determinación y disciplina para titularse como abogado. Combinaba en ese entonces jornadas nocturnas de trabajo, su turno estudiantil para cursar la carrera de leyes, y atender a su esposa y su dos hijos. Apenas le sobraba tiempo para siquiera dormir.
A la par de su trabajo ordinario, el licenciado Ruelas estaba inoculado de ese apasionante oficio: el periodismo; al cual le dedicaba también tiempo con gran pasión. Reportajes y entrevistas históricas fueron realizadas por el licenciado Ruelas: su encuentro con Pelé y su amplia cobertura del Mundial de México 70; haber estado por motivos periodísticos muy cerca del lugar donde Emilio "El Indio" Fernández ultimara a un hombre en La Laguna por pleito de cantina, lo que a la postre le significara la reclusión a la connotada estrella cinematográfica del momento; o el descubrimiento junto al también desaparecido Harry de la Peña, de los fenómenos peculiares que suceden en lo que se conoce como La Zona del Silencio, son apenas algunas anécdotas de muchas que vivió Miguel Ángel.
Amante del deporte, particularmente del local, fue también un incansable propulsor del mismo. Su intervención fue de gran relevancia para que se dieran las condiciones para que La Laguna tuviese de vuelta futbol de Primera División. Desde su posición colaboró para que el grupo encabezado por el ingeniero Salvador Necochea comprara la franquicia de Ángeles de Puebla y entonces el Santos Laguna, que jugaban en la segunda división, accediera al máximo circuito del futbol profesional en México. Más aún, cuando la economía el club parecía que no podría sostener más al equipo en primera, los oficios del licenciado Ruelas y la intervención decidida de don Pepe Muguerza consiguieron que el Grupo Modelo interviniera y además de rescatar, catapultara al Santos al sitio que ahora ocupa en la élite de los equipos mexicanos.
No sólo tuvo ojos para el futbol, si desde los tiempos de don Alfonso Esparza el licenciado Ruelas tenía que jugar y después apoyar el baloncesto; el beisbol tampoco le fue una disciplina ajena, su relación constructiva con la familia Dueñes, otrora dueña de la franquicia del Unión Laguna, y la consecuente vinculación con la cervecería Cuauhtémoc cuando la segunda adquirió al equipo beisbolero, hasta la transformación de la escuadra a Vaqueros Laguna, fueron también capítulos en el apoyo de Ruelas a los equipos.
Fue el autor de dos columnas, una semanal denominada De la Vida Misma, que apareció centenares de domingos en la sección de Sociales, y por supuesto, la imperdible diaria de Un Minuto de Deporte, espacio obligado para todos los lectores ávidos de los comentarios e información con el estilo único del autor de la misma.
Además de todo ello, yo tuve el privilegio de tratarlo. Primero de manera indirecta: él era el gerente general de El Siglo y mi padre el subdirector, por lo que además de la relación profesional, se tenían una amistad y sobre todo respeto mutuo. Compartían el gusto por el campo, y excursiones hechas con amigos conjuntos, propiciaron mis primeras convivencias con él. Luego en 1994 (hace ya veinte años) tuve la suerte de ingresar a El Siglo, y por cinco años consecutivos, el licenciado Ruelas tuvo para conmigo, especial paciencia y espacios de tiempo donde su genuina intención era enseñarme. Somos colegas abogados y mientras yo cursaba la teoría en la universidad, él me llevaba a la práctica. Yo traté de aprender todo lo que pude. Luego él se retiró como gerente en 1999, para pronto dedicarse al semanario Ola Deportiva, un reto más que don Miguel Ángel sacó adelante y donde yo pude seguir aprendiendo de él.
Muchas líneas faltarían para relatar con precisión la trayectoria profesional del licenciado Ruelas, dejar plasmado tantas obras que hizo por ayudar al prójimo, esperemos que ésta no quede sin escribirse; ahora y por la premura del hecho sobreviviente, sirva este pequeño espacio para dejar constancia de mi agradecimiento a un hombre que fue muchas cosas, pero en mi caso particular, fue un gran maestro.