Manías patológicas
Uno de los trastornos menos frecuentes del estado de ánimo es la manía. Aunque se considera que ésta se contrapone a la depresión, ambas están estrechamente relacionadas con los casos del trastorno bipolar, ya que una suele anteceder a la otra.
Si bien una persona puede tener una depresión sin episodios maníacos (trastorno unipolar), la manía se presenta más frecuentemente como parte de una enfermedad maníaco depresiva (trastorno bipolar).
Socialmente, quienes enfrentan una alteración del ánimo de este tipo suelen ser objeto de burlas o escarnios por el comportamiento que presentan. Hasta cierto punto se considera normal tener algunas manías, como cerciorarse de que la puerta quedó bien cerrada o tratar de que todos los objetos estén en su lugar, pero cuando estos comportamientos repetitivos llegan a incidir negativamente en la vida de quienes las padecen, al grado de impedirles funcionar normalmente, o bien, trastocando la convivencia o las relaciones con otras personas, es necesario recibir ayuda especializada.
Se considera que las pocas personas que parecen presentar sólo manías pueden tener episodios depresivos leves o limitados en el tiempo. La manía y la hipomanía son menos frecuentes que la depresión, y por esta razón también son más difíciles de identificar y diagnosticar. Por otra parte, mientras que la tristeza intensa y prolongada sí suele ser un motivo para acudir a una consulta médica o psicológica, en los casos de euforia excesiva no sucede lo mismo, debido a que las personas que presentan manía no son conscientes de que existe un problema de tipo mental o de comportamiento.
En este caso, el médico debe descartar la presencia de una enfermedad orgánica subyacente en la persona que experimenta manía por primera vez, sin episodio depresivo previo.
CARACTERÍSTICAS
Las manías se caracterizan por una actividad física excesiva y estados de euforia extrema, que son desproporcionados ante cualquier sentimiento positivo.
Estos y otros síntomas se presentan de manera rápida en pocos días, y aunque generalmente una persona maníaca está en estado de euforia, también se caracteriza por irritabilidad, hostilidad o ser una persona muy reservada.
Generalmente, la persona que presenta este trastorno cree que su condición es óptima, pero en realidad tiende a volverse impaciente, intrusiva, entrometida e irritable y con una marcada tendencia a la agresión si alguien se le acerca. Al mismo tiempo, hay un aceleramiento en la actividad mental -situación que los psiquiatras llaman «fuga de ideas»- la cual se caracteriza por un desencadenamiento de nuevas ideas con base en los sonidos que los pacientes perciben, y no propiamente por el significado de las palabras.
Otra característica de una persona con manía es que se distrae con demasiada facilidad, pero a la vez, comienza a mostrar un interés repentino en muchas actividades nuevas, lo cual la lleva a querer desarrollarlas a la vez de forma inagotable. En casos extremos, la actividad física y mental llega a ser tan frenética que se pierde cualquier relación entre el humor y la conducta en una especie de agitación sin sentido. Esto es un estado de manía delirante, y es entonces cuando la persona requiere de tratamiento médico, pues, de no ser así, existe un riesgo de que la persona fallezca a causa de un agotamiento físico.
Cuando un paciente maníaco conversa con otra persona, suele abordar temas distintos de un momento a otro. Regularmente son personas que tienen delirios o una falsa convicción de poseer aptitudes o cualidades extraordinarias; riqueza personal o poder. En pocas palabras, llegan a asumir que son grandiosos.
Físicamente, hay un incremento de la actividad y esto suele ser factor para la pérdida de peso; en otros casos, hay un aumento en el deseo sexual y por esta misma razón, una persona con manía suele asumir conductas sexuales peligrosas o de riesgo sin medir las consecuencias.
Debido a que es difícil identificar este trastorno del ánimo, hay quienes consideran algunas características como señal inequívoca para acudir a atención médica:
• Perfeccionismo excesivo, al grado de interferir en la realización de las tareas.
• Dedicación excesiva al trabajo, suprimiendo el tiempo para las amistades y el ocio.
• Incapacidad para deshacerse de los objetos gastados o que ya no tienen utilidad.
• La persona se rehúsa a delegar tareas.
• Rigidez y obstinación de carácter.
• Preocupación excesiva por los detalles, el orden, la organización o los horarios.
ORIGEN
Al igual que la depresión, en el origen de la manía pueden mencionarse los factores internos de la persona (genética, bioquímica de los neurotransmisores cerebrales) y factores externos, es decir, el modo de influencia del ambiente en la persona.
Los factores internos pueden ser de origen genético o biológico.
• Genéticos: hay casos de agregación familiar de trastornos del estado de ánimo, que sugieren la posibilidad de una carga genética hereditaria que podría predisponer a la enfermedad. Algunas investigaciones genéticas parecen corroborar esta teoría.
• Biológicos: en los casos de manía, paralelamente a los casos de depresión, se ha comprobado la existencia de cambios en las concentraciones de algunos neurotransmisores en las sinapsis entre las neuronas de diversas partes del cerebro. Con los tratamientos farmacológicos indicados en cada caso, se pretende conseguir el reequilibrio de estas moléculas implicadas en la bioquímica de la manía.
Por otra parte, los factores externos son aquellos de origen psicosocial, es decir, las circunstancias a las que el paciente se expone por el solo hecho de vivir en sociedad: ausencia de sueño, el uso de sustancias estimulantes, carecer de algunas vitaminas o ciertas enfermedades, la falta de luz del sol o los períodos de excesiva euforia, pueden hacer que una persona con especial susceptibilidad desarrolle un cuadro de manía o de hipomanía, también llamada manía leve.
DIAGNÓSTICO
El diagnóstico de la manía y de la hipomanía se da sólo mediante la descripción de los rasgos de la persona por parte de los familiares o quienes le rodean, pues ésta difícilmente aceptará que tiene un trastorno del estado de ánimo.
A través de la entrevista con un especialista en psiquiatría, se da la valoración clínica cuando el paciente presenta muchos de los rasgos clínicos ya señalados, que son típicos de un episodio de manía.
Tras el diagnóstico, es importante descartar también un diagnóstico de tipo etiológico que pudiera estar interrelacionado con dichos rasgos, sobre todo descartando padecimientos sistémicos y el uso de sustancias estimulantes o de efecto psicotrópico.
TRATAMIENTO
Restablecer los parámetros bioquímicos en el cerebro del paciente es el principal objetivo del tratamiento farmacológico que se indica en ciertos casos de manía.
Uno de los fármacos que se utilizan con mayor frecuencia es el litio, como uno de los principales métodos para reducir los síntomas de la manía. Se considera que este medicamento tarda entre cuatro y diez días para mostrar sus primeros efectos, motivo por el cual suele ser acompañado por otro fármaco, llamado haloperidol, para controlar la excitación del pensamiento y la actividad.
No obstante, el haloperidol puede provocar contractura muscular y movimientos anormales, motivo por el cual se administra en pequeñas dosis y en combinación con una benzodiacepina, como el lorazepam o el clonazepam, que aumentan los efectos antimaníacos del haloperidol y reducen sus efectos secundarios.
Por otra parte, los casos de manía que no reciben tratamiento alguno suelen terminar de modo repentino y más brusco que los de depresión, y son los más cortos, pues duran varias semanas o incluso meses.
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