Columnas Social columnas editoriales SOCIALES

Más Allá de las palabras

LOS QUE TE ABANDONARON SEÑOR

Jacobo Zarzar Gidi

No es fácil mantenernos junto al Señor en las pruebas más duras de la vida. Por lo general, lo abandonamos cuando empezamos a recibir los primeros golpes de fracasos económicos, de enfermedades y de fallecimiento de algún ser querido. Lo abandonamos porque "aquella protección" que sentimos durante tantos años, "ahora no la tenemos".

No nos hemos dado cuenta que a determinada edad, es natural que nuestro cuerpo comience a enfermar, algunos órganos empiezan a dar problemas, y se inicia una lucha sin cuartel para no dejarlo morir. Éstos son y serán tal vez los años más difíciles de nuestra vida, en los cuales extrañamos aquellos "tranquilos" -ausentes de enfermedades-, y en los cuales jamás dimos gracias a Dios por la salud de que gozábamos.

Por todos lados escuchamos que a tal o cual persona le acaban de descubrir un cáncer o una leucemia; de otros se dice que la semana pasada comenzó un proceso de embolia; y de muchos más, que tienen dolores terribles pero que los médicos no les han dado un diagnóstico certero. Nos sentimos cernidos, machacados y triturados. Son pruebas muy fuertes que pocos aguantan y que a muchos los aleja definitivamente de Dios.

El Señor alaba a los que se han mantenido a su lado a pesar de las duras pruebas que están recibiendo. En ciertos momentos difíciles de la vida tenemos que demostrarle al Señor cuánto valemos, cuánta es nuestra fidelidad, cuánto resistimos. Damos la impresión de que el hombre está en la tierra cumpliendo un servicio parecido al militar que implica lucha y esfuerzo, sacrificio y silencio, tal vez muerte.

Ese grupo de personas que destacan por su fortaleza, han sufrido tanto que hubieran podido irse, pero no lo hicieron. Se quedaron con Nuestro Señor, jamás hablaron mal de Él ni renegaron, mucho menos lo insultaron ni lo ignoraron. "Si siguen conmigo -dice Jesús- y mis palabras siguen con ustedes, pidan lo que quieran que se cumplirá (Juan 15, 7). El permanecer con Jesús es hacer frente a las pruebas.

El Apóstol Santiago nos dice en una de sus exhortaciones: "Ténganse por muy dichosos, hermanos míos, cuando se vean asediados por pruebas de todo género, sabiendo que esa piedra de toque de su fe engendra constancia". Y más adelante añade: "Dichoso el que resiste la prueba, porque al salir airoso, recibirá en premio la vida que Dios ha prometido a los que lo aman (Santiago1, 12).

Hacer frente a las pruebas con valor heroico, viviéndolas día a día, soportándolas por amor al que todo lo sufrió, singulariza la alegría del cristiano. Sin embargo, no es fácil, porque algunas de ellas son muy dolorosas y parece que nunca se van a terminar. Cada vez que extiendo mis brazos para que me analicen la sangre, o para que los enfermeros me pongan una vez por semana sangre y plaquetas para poder sobrevivir, alargo mis brazos a la derecha o a la izquierda según corresponda y me doy cuenta que ese dolor es nada a pesar de ya tener las venas destrozadas, comparado con el que tuvo Nuestro Señor Jesucristo en la tarde de su dolorosa pasión. Él también alargó sus brazos y sus piernas, pero fue para que le "taladraran" con clavos sus manos y sus pies. ¡Pobrecito, mi Señor, lo que ha de haber sufrido, a pesar de ser inocente!

Es importante aclarar que si aceptamos de Dios los bienes, ¿por qué no vamos a aceptar los males? Nuestra lamentación sacude al alma, al hacer salir la pus de las llagas más profundas de nuestra existencia, sube al cielo y es capaz de liberarnos interiormente. Si es necesario, lloremos delante de Dios, sólo Él -Nuestro Padre, es capaz de soportar las rebeliones y los gritos del hijo.

Son los pobres quienes tienen más fuerza de resistencia frente al dolor, por no haber perdido esa sabiduría de la vida de aceptar la plena y absoluta voluntad de Dios. Quien la ha perdido reacciona con rabia, piensa ser dueño de todo, y si las cosas no funcionan como quiere o como esperaba, levanta la voz al cielo y reclama.

Muchas veces tenemos que pedir compasión, no por nosotros, sino por alguno de nuestros hijos o nietos que padecen dolores intensos por alguna enfermedad, y que nosotros sufrimos junto a ellos. Por eso es importante enseñarles desde pequeños, que den gracias a Dios todos los días cuando se sientan sanos, cuando aún no han sido tocados por el sufrimiento.

Con todo esto recuerdo una hermosa canción religiosa que se titula "Mi Plegaria", la cual dice así: "Me has dado tantas cosas, mi precioso Jesús, me has dado fe, me has dado paz, me has dado amor, me has dado gozo y alegría en plenitud, que yo sería un ingrato, si negara tu amor".

Los que se fueron de tu lado, Señor, los que no soportaron las pruebas que les diste, habrán de volver a refugiarse en tus brazos porque nadie les ofrece lo que Tú les ofreces, porque nadie los consuela como Tú los consuelas. Solamente Tú sabes llevarnos de regreso por senderos misteriosos hasta la más completa purificación.

jacobozarzar@yahoo.com

Leer más de Columnas Social

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Columnas Social

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1032406

elsiglo.mx