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ADIÓS A LA VIDA

Jacobo Zarzar Gidi (Columna póstuma)

Despedirme de la vida no es tan sencillo, porque después de caminar y caminar me ha gustado el camino…

Decirte adiós no es fácil, porque he sabido encariñarme de ti. A través de los años aprendí que me brindabas mil opciones que podía escoger y seleccioné las que consideré más acertadas. Tal vez si tuviese la oportunidad para comenzar de nuevo, volvería a caminar sobre mis propias huellas.

Afirmarte que no me duele partir, sería como pronunciar mentiras, porque he aprendido a descubrir tantas cosas bellas como estrellas refulgentes tiene el firmamento.

Despedirme de la vida no es sencillo, porque después de caminar y caminar me ha gustado el camino. Y es que en verdad eres tan completa, que a través de la historia has dejado perplejas a generaciones enteras. En estos momentos recuerdo que al llegar a ti, lo hacemos llorando y al morir, lloramos de nuevo por temor a la partida.

Estoy agradecido contigo y espero no haberte molestado. En repetidas ocasiones defendí tu articulado, protegiendo los principios inmutables que te rigen y que al mismo tiempo demuestran el valor de tu estructura.

Todo en ti me agrada y lo sabes muy bien. Me refiero a la composición del universo, a los astros que a pesar de su grandeza están sujetos humildemente a las leyes que dicta su Creador. ¿Y qué puedo decir de las variedades de plantas que adornan la corteza de la Tierra y de los animales que deambulan temerosos del propio hombre que es el rey?

Siempre reconocí que detrás de todo, está presente la Fuerza Suprema de un Dios Omnipotente, y sin lugar a dudas tú eres su cara, su bondad y su presencia.

Lo único que me entristece de ti, es la prohibición relacionada con una segunda oportunidad para rectificar errores. ¿Qué te cuesta otorgársela al que te la pida, si al final de cuentas viene a ser un reconocimiento sencillo, palpable y duradero de que en este sitio y a tu lado, se puede ser feliz?

Bendita seas vida que no terminas a pesar de la muerte y que sólo te transformas dentro de un nivel superior destinado exclusivamente a todo aquél que haya sido tu elegido.

Bendita seas, ahora y siempre, porque eres poseedora de una larga historia pletórica de anécdotas, y si fuiste por algunos despreciada, es probable que haya sido por no haber comprendido en conjunto tu grandeza.

A pesar de todo y lo abruptamente repentino de la inminente despedida, vida, no te guardo resentimiento. Al contrario, te agradezco el cúmulo de goces que me diste. Me despido en silencio y con la esperanza inquebrantable de encontrarte nuevamente pero ahora con letras mayúsculas en la segunda y más importante dimensión, donde no existe sufrimiento, ansiedad, odio, rencor, guerra ni muerte…

No le temo a la cruz, porque sé que estás en ella. Más que castigo, la considero una medicina que sana las heridas. Ella nos permite ser copartícipes de esa redención que tarde o temprano traerá la tan soñada paz y alegría. Gracias por haber hecho las cosas así, ni tan claras ni tan oscuras, ni tan pequeñas ni tan grandes, ni tan fáciles ni tan difíciles, ni tan buenas ni tan malas. Gracias por todo, gracias Señor.

Un favor te pido, tal vez el último. Que al llegar el momento, -mi momento-, el más importante de todos, no lo hagas difícil ni doloroso… y dale a los míos, una justa, rápida y merecida resignación.

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