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MÁS ALLÁ DE LAS PALABRAS

LA VIDA ES UN REGALO DE DIOS

Columna póstuma de Jacobo Zarzar Gidi

En estos días, los últimos del año, es importante hacer unas cuantas reflexiones que nos pueden ayudar a seguir adelante con paso seguro por el sendero que nos conduce a los doce meses siguientes. Es una buena oportunidad para pedir perdón por lo que no hicimos, por el amor que no expresamos, por las palabras que no dijimos, por las caricias que nos guardamos, por el trabajo que mal hicimos y por las críticas que proferimos. Peregrinamos hacia la eternidad y nuestro tiempo se termina, es el momento propicio para saber si avanzamos con las manos vacías o con las manos llenas de obras espirituales. Cada momento es un regalo de Dios que nos permite hacer obras que le sean agradables. Verdaderamente el tiempo es corto para trabajar en la viña del Señor y nosotros sus invitados titubeamos en hacer lo que nos pide. No es justo que malgastemos irresponsablemente las horas, a pesar de saber que no habrá otra oportunidad para servirle. Cada año que transcurre, es un aviso de que nos encontramos un poco más cerca del momento definitivo en el cual estaremos frente a Dios para rendirle cuentas.

Con motivo del fin de año, varias personas se reencuentran después de un tiempo de no verse. Los hijos que viven en ciudades lejanas llegan a la casa paterna en busca del calor familiar. Son los nietos con sus rostros nuevos e inquietos los más festejados, y las risas se entremezclan con el relato de todas las historias que cuentan los abuelos. Escuchar de nuevo sus voces en casa es un canto melodioso que endulza la vida. También llegan a la ciudad amigos de tiempos pasados, muchos de ellos que conocimos en el colegio, que nos abrazan al tener presente un cúmulo de vivencias que nos unen. Es el momento oportuno para platicar y recordar aquellas aventuras que se vivieron con entusiasmo hace ya muchísimo tiempo. Pero también existen mesas en algunos hogares con un asiento vacío, con ese lugar irremplazable que dejara un ser querido. Los recuerdos, sus anécdotas, sus palabras, y sus consejos, permanecerán siempre en el corazón de los que lo amaron.

A pesar de todo, son días especiales que tienen algo de ilusión y mucho de fantasía, en los cuales se desea un año bueno, un año lleno de felicidad, que no suframos ninguna enfermedad, ninguna pena, ninguna preocupación, ningún desaliento o fracaso, sino por el contrario, que en lo posible todo nos sonría y sea propicio. Que los esfuerzos no necesiten ser tan grandes como los que hemos hecho para seguir avanzando y que las contrariedades no se vuelvan difíciles de superar. Para los cristianos, un año bueno es aquél en el cual las alegrías y las tristezas nos han servido para conocer, amar y respetar más a nuestro Padre Dios.

Cualquier año puede ser el mejor de todos los que hemos vivido, no por los triunfos económicos que hayamos obtenido, ni por los dineros que ganamos con el esfuerzo del trabajo, sino porque aprovechamos las gracias que Dios nos tiene reservadas y que pueden convertir en bien la mayor de las desgracias.

Seamos agradecidos por todas las bendiciones recibidas. Cada uno de nosotros podrá en silencio hacer un recuento de ellas y finalmente afirmará que la vida merece vivirse, merece vivirse aunque algunas veces no parezca vida. Convirtamos las derrotas en victorias teniendo a Cristo de nuestro lado y recomenzando de nuevo las veces que sea necesario porque la vida es una grata oportunidad, y tenerla es un valor que no tiene precio.

Este año que está por terminar y por el que ahora damos gracias, estuvo lleno de dones del Señor: unos claros y visibles; otros, a veces más valiosos que han pasado ocultos: peligros del alma y del cuerpo que no hemos advertido pero de los que nuestro Padre Dios nos ha librado; frases que hemos leído o escuchado y que influyeron positivamente para buscar el camino de nuestra propia salvación; incluso enfermedades de las cuales renegamos en un principio y nos inconformamos, pero que con el tiempo nos dimos cuenta que al sufrirlas en nuestro cuerpo, fuimos tocados por Dios para hacer algo que Él insistentemente nos pedía y nosotros no le escuchábamos.

En estos momentos me voy a referir a todas aquellas personas que se encuentran enfermas de cáncer, de leucemia, de esclerosis múltiple, de diabetes, del riñón, del hígado, y a los que padecen deficiencia cardiaca. Que su alma se llene de paz, porque deben de comprender que de aquello que parece poco grato o no deseable, Dios sacará mucho fruto. Los santos que tuvieron una gran fe y visión sobrenatural, pudieron ver un enorme bien en muchos de los acontecimientos que tal vez fueron considerados por el resto de la gente como un mal. Los sinsabores que permitió el Señor en nuestra vida en este año que termina, son delicadezas de un Padre que desea ver a sus hijos limpios, purificados, listos para acudir a Él, inmediatamente después de concluir el viaje por este mundo.

Un año nuevo comenzará para nosotros en las próximas horas y en él se registrarán los siguientes capítulos de nuestra vida. No sabemos si será el último, sólo Dios lo sabe, no sabemos si recibiremos un duro golpe de la vida o si la vida seguirá siendo generosa con nosotros. En medio de esa incertidumbre seamos dóciles a los designios de Dios y aceptemos de buena gana todo lo que se presente.

Jacobozarzar@yahoo.com

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