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Más allá de las palabras

EL LADO POSITIVO DE LA VIDA

Jacobo Zarzar Gidi

Un hombre que viajaba por diferentes partes del mundo, se encontró afuera de una población amurallada a un anciano sentado sobre una gran piedra y bajo la sombra de un frondoso árbol. Por las características del lugar, contrastantes con el terreno circundante en el cual abundaban las arenas del desierto, era un sitio obligado para el paso de personas que provenían de tierras lejanas.

Aquel hombre pudo observar, que de pronto, un forastero se acercaba al anciano y le hacía preguntas referentes a la ciudad. Le comentó que provenía de una villa lejana en donde toda la gente que allí vivía era mala, envidiosa y perversa. Añadió que durante los años que vivió en ella, no pudo sentirse tranquilo, sereno y contento, porque presentía que podría ser atacado y robado.

Añadió que no se podía confiar en nadie, siendo todo chantaje sentimental y chantaje económico, contando únicamente los intereses individuales en lugar de los colectivos. "No pude hallar dentro de sus límites la alegría que tanto soñé, y se han pasado los años, por lo mismo me convertí en un individuo triste y amargado, pero, no estando dispuesto a continuar así, acudo ahora en busca de una población en donde las cosas sean diferentes y pueda llegar por fin a encontrar la felicidad que tanto añoro".

Al oír esto, el anciano le contestó de inmediato que en la ciudad amurallada encontraría exactamente lo mismo que dejó en su ciudad natal. "Siento decepcionarlo, pero todo lo malo que usted ha visto allá, aquí también lo encontrará". "Ah, ¿sí?, ¡qué lástima!, dijo el forastero. "Aunque ya me lo imaginaba, eso comprueba lo que tantas veces sospeché, que toda la humanidad es perversa y corrompida, todos son iguales, pero no importa, me quedaré unos días y luego continuaré mi camino".

Poco tiempo después, llegó otro viajero que se acercó también al anciano de nuestra historia. Le preguntó de igual forma por el nombre de la ciudad y recibió la confirmación de que efectivamente era la que buscaba. Nuestro observador procuraba no perder una sola palabra de lo que se decía.

El segundo viajante le comentó al anciano que él provenía de una ciudad en donde todo era amor y comunicación entre sus semejantes, donde la vida se disfrutaba al máximo y se hacía corta por los detalles amables de la gente. "Allí se trabaja -le dijo- no sólo para procurar el sustento, sino para ser útiles y servir al resto de la gente. He conocido el amor y deseo compartirlo también con estas personas de la ciudad amurallada, que estoy seguro son buenas y comprensivas". Al escuchar esto, el anciano le contestó: "Adelante noble viajero, aquí encontrarás todo lo que andas buscando y será éste una extensión del pueblo cordial de donde provienes".

Nuestro observador se quedó seriamente intrigado al escuchar las palabras del anciano que aparentemente se contradecía. Se acercó y le hizo ver su asombro ante tan extraña situación. Éste le contestó que no se estaba burlando de la gente y mucho menos diciéndoles mentiras. "Cada uno de los viajeros encontrará en el mismo pueblo lo que desea encontrar. El primero, hallará maldad, soledad, odio, envidia, avaricia, terquedad y resentimientos, porque está acostumbrado y educado para ver sólo cosas y actitudes malas que tiene la humanidad. En cambio, el segundo forastero, encontrará grandes virtudes y valores en todos sus semejantes".

Estoy convencido de que existimos muchas personas que en determinados momentos de la vida nos parecemos al primero de los viajeros, con un carácter amargo, extraño, negativo y desagradable, pero es un reto intentar llegar a ser como el segundo de ellos. Un solo rozamiento, disgusto o controversia que tengamos, destruye de inmediato los mejores planes matutinos. Pero, estoy convencido de que a pesar de todo, debemos hacer el mejor de nuestros esfuerzos al día siguiente para templar nuestro espíritu y moldear nuestro carácter.

Debemos reconocer que la vida no es un jardín de rosas. Si las queremos ver en nuestro camino, debemos comenzar por plantar los rosales, y aún así, cuando crezcan, nos daremos cuenta que su tallo está revestido con espinas. Así debemos aceptar la vida, que es al mismo tiempo flor y espina, seguridad e incertidumbre, gozo y dolor, satisfacción y desencanto. Así debemos aceptarla y bendecirla a cada instante, porque a pesar de todo, la vida vale la pena vivirla. Vivirla hasta el último instante que Dios nos permita. Cada aspecto de ella es diferente, cada fracción de segundo que transcurre es distinta a la anterior, pero a la vez también es atractiva y fascinante.

Aceptar a la gente tal como es, eliminando nuestro infantil deseo de uniformar a todos con nuestro pensamiento y nuestras ideas, debe ser la meta a seguir. Mientras más nos conozcamos, comprenderemos mejor a los demás, es por eso importante levantar primero un puente hacia nosotros y posteriormente otro hacia los demás.

Si todos los días diéramos gracias a Dios por la vida, sabríamos reconocer de ella las cualidades que posee. Muchas personas han llegado a las puertas de la muerte y se han dado cuenta que pasaron toda su existencia esperando un suceso futuro que jamás se presentó para poder ser felices. La felicidad se disfruta y se goza en este mismo instante, no se dejan pasar los minutos ni los atardeceres, porque definitivamente no estamos seguros de si la vida nos dará oportunidad de tener más minutos y nuevos atardeceres en el futuro de nuestra existencia.

Muchas palabras y frases que acostumbramos decir, deberíamos eliminarlas de nuestra mente y de nuestra forma de expresarnos. Por ejemplo: "Mañana será un día pésimo como todos los anteriores"; "Con toda seguridad este año que comienza será peor que el anterior"; "Me fue muy mal en el trabajo, y mañana será exactamente lo mismo"; "Ya no tenemos esperanza en el futuro"; "La vida no tiene sentido"; "Todo es una verdadera calamidad"; "Ya no tengo nada que hacer en este mundo"; "Todos los días son iguales"; "Estoy completamente decepcionado de las personas que conozco"; "Vivimos en la peor ciudad de la República"; "¿Qué caso tiene trabajar tanto, si no vemos nada claro?"; "Tanto esfuerzo, para nada"; "No sé para qué vine a este mundo"; "Es imposible conseguir lo que me pides"; "Es por demás"; "¿Para qué, si nos lo van a robar de todos modos?"; "Todo está perdido, y además va a empeorar"; "Estamos en el pozo y seguimos escarbando".

Tratemos de ver la vida desde un ángulo diferente para sembrar alegría y esperanza, a pesar de que algunas veces se dificulte conseguirlo. Utilicemos palabras y frases sinceras que salgan de nuestro corazón, que nos permitan vislumbrar un futuro promisorio. Por ejemplo: "¡Qué hermoso amanecer!"; "Te doy gracias Señor, por un día más en mi vida"; "Señor, cuando las sombras llenen mis días, condúceme a un lugar bañado por tu gracia"; "A pesar de que muchos hagan leña del árbol caído, yo rezaré por la persona que sin misericordia ha sido atacada"; "Cuando todos me digan, que mi enfermedad no tiene remedio, yo seguiré viendo una luz al final del camino". "La oración me dará una mayor fortaleza para sentirme sano"; "Estoy seguro de que hoy me va a ir muy bien"; "Voy a luchar como un soldado para salir victorioso del combate, no me importa sufrir"; "Tengo ganas de platicar con mucha gente para expresarles el gusto que me da reunirme con ellos"; "No importa que algo me salga mal, estoy convencido de que muchas cosas más habrán de salirme bien"; "Voy a tratar de resolver todos los retos que surjan en mis horas de trabajo, para que al llegar a casa, mi esposa, mis hijos y mis nietos me vean contento"; "Señor, estos días no he tenido problemas, ¿qué ya no confías en mí para poder enfrentarlos?".

jacobozarzar@yahoo.com

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