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Más allá de las palabras

Jacobo Zarzar Gidi

UNA CITA EN EL CIELO (QUINTA PARTE)

Así como su vida sirvió para que muchos vieran aplicar en lo cotidiano las virtudes de una madre cristiana, su larga enfermedad ofreció a sus familiares y amigos un ejemplo de identificación con el Cristo doliente. Ella unía sus sufrimientos a los de Jesús en la Cruz para participar en la Redención de la humanidad como purificación y reparación por los pecados. Había experimentado que tener la Cruz es tener la alegría, porque es tenerle a Él, el Señor. Sólo así se comprende el efecto reconfortante que produjo en quienes se hallaron cerca de ella en los últimos años.

El día 11 recibe sepultura en el patio de San Millán del Cementerio Sacramental de San Justo en Madrid. Años más tarde sería trasladada a la cripta de la Catedral de La Almudena en la amplia capilla de San Fernando. Durante los días siguientes al óbito, las misas por Amparo se suceden en lugares como: Valencia, Navarra, Sevilla y Riaza. El 23 de mayo de 1996, se inician los trámites para dar comienzo al proceso de canonización. La iniciativa partió de la propia familia a la que se sumaron luego los amigos más íntimos. Se formó así una Asociación que emprendió los trámites prescritos en el Derecho Canónico. Ellos y muchos otros, estaban dispuestos a atestiguar su fama de santidad. La causa encontró un postulador experimentado en la persona del padre Palomo, Dominico.

Desde el momento de su muerte, la fama de santidad de Amparo se ha ido extendiendo a un ritmo creciente. Los primeros favores atribuidos a su intercesión recibidos en la Asociación para la Causa de Canonización de Amparo Portilla Crespo, procedían de quienes la conocieron en vida. En la actualidad son muchas las personas que afirman dirigirse a Amparo diariamente para solicitar su ayuda sin conocerla. Se han llegado a recoger testimonios de gracias y favores de lugares tan distantes como Filipinas, Estados Unidos y México. Especialmente significativo es el de la curación de su hija Asunción, a quien le descubrieron un tumor en la hipófisis que le produjo además de numerosos trastornos, problemas de estabilidad. Cuando los médicos examinaron la resonancia, decidieron no operar porque por su localización existía un gran riesgo de dañar zonas vitales. Tomaron la determinación de que el tumor siguiera su curso, con el peligro de que se afectaran las zonas por donde se fuera desarrollando. Sin embargo su madre siempre rezó mucho por su curación, y en el momento de su muerte algo asombroso sucedió: tanto el tumor, como la inestabilidad, desaparecieron completamente.

Apenas cinco años después de su muerte, el 17 de diciembre de 2001, tenía lugar en la Parroquia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Madrid, la solemne apertura del proceso de Canonización de Amparo Portilla. La presidió el Cardenal Arzobispo de Madrid Don Antonio María Roco Varela, y a ella asistieron más de cuatrocientas personas. El Cardenal elogió las virtudes de Amparo y animó a reconocer la importancia de la vocación matrimonial de la familia para la edificación de la Iglesia. Recordó que el Santo Padre ha insistido mucho en los últimos años para que descubramos la vocación de la santidad de los cristianos que viven su vocación cristiana como seglares, como esposos, padres y madres de familia, y veamos en ellos la santidad. Un santo es quien se ha dedicado a Jesús y también en quien se puede ver la figura y la vida del Señor. Ella dio ejemplo al mundo de ser una mujer casada, una mujer en un matrimonio cristiano auténtico donde lo principal que ella buscaba era que Dios estuviese en el matrimonio para hacer el bien a los demás.

Pensando sólo con una lógica humana, es difícil de entender que el dolor, el sufrimiento, aquello que se presenta como costoso, pueda llegar a ser un bien. La fe, sin embargo, nos hace ver y experimentar que sin sacrificio no hay amor, no hay alegría verdadera, no se purifica el alma y no encontramos a Dios. El camino de la santidad pasa por la Cruz, y todo apostolado se fundamenta en ella. Es el libro vivo, del que aprendemos definitivamente quiénes somos y cómo debemos actuar.

La vida de Amparo Portilla se perfila como ejemplo luminoso de que la santidad es una llamada universal que no está reservada a sacerdotes o religiosos, sino que abarca a todos los laicos casados y solteros, incluso a los que como Amparo no pertenecen a ningún Movimiento o Institución Eclesial. Los caminos de Dios son muy variados, pero para la gran mayoría, el lugar de encuentro con Cristo es en la vida ordinaria, en el trabajo y en las ocupaciones prosaicas del hogar. En medio de este ajetreo, Amparo procuró vivir todas las virtudes al máximo, sin cosas raras, con alegría, irradiando la luz de Cristo, siendo un modelo humano, entrañable, al alcance de todos, muy necesario en este nuestro Siglo XXI.

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