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'Más vale encender una luz que maldecir la oscuridad'


Cecy Marroquín de Murra con Danna y Toñito.

Cecy Marroquín de Murra con Danna y Toñito.

Carlos F. Rodríguez

Cecilia Marroquín de Murra está al frente de Casa Feliz Encendamos una Luz A.C., casa hogar de atención y ayuda para niños y jóvenes con cáncer, y a pesar de que es una labor muy pesada, está muy contenta de realizarla.

Madre de tres hijos: Guillermo, Cecilia y Daniela, y abuela de Andressa, Guillermo Alfredo, Lía, Constanza, Regina, Frida y Rogelio, además de dos niños por nacer, Cecy compartió que su meta es recorrer todo el calvario que viven las mamás con sus niños, acompañarlos, arroparlos y hacer algo para mitigar su dolor.

Sobre cómo compaginaba este trabajo con su labor de madre, ya que sus hijos eran muy pequeños, Cecy aseguró que desde un inicio los involucró mucho; por ejemplo, en Navidad, le pedían a Santa Claus un juguete para ellos y un juguete para un niño de Casa Feliz, aparte de que donaban algunos regalos que recibían en sus cumpleaños.

"Mi tiempo lo tenía muy compartido entre mis hijos, que son mi prioridad, y entre mi labor social, que también era mi prioridad". Conforme pasaba el tiempo, se iba involucrando más, incluso en sus vacaciones buscaba apoyos para los niños de esta casa hogar, recibiendo siempre ayuda de todas las personas.

"Para mí, fue muy importante ser madre de mis hijos y ser madre de los niños de Casa Feliz, desde hace 26 años", reconoció.

"Yo digo que qué padrísimo es que nos toque a nosotros ayudar y no que nos ayuden. Creo que he sido una mujer muy afortunada al estar en este trabajo", expresó Cecilia, quien recordó que hace 28 años ayudó a un niño con cáncer en el DIF, pero al poco tiempo falleció. Más adelante, recibió la invitación por parte de un grupo de amigas para participar en esta asociación, aunque al principio se le hizo muy difícil, ya que no quería volver a pasar por una situación similar.

"El día que vine con mis amigas y pisé el hospital, me juré a mí misma que si le entraba, le entraba de lleno, y así ha sido hasta el día de hoy".

También, afirmó que le ha tocado ver de todo, mucho dolor, pero sobre todo, muchos milagros, aparte que ha tenido muchas satisfacciones: "Tengo en mi corazón algunos niños que se me han ido en el momento de estar ahí y es cuando me queda muy claro que Dios nuestro Señor existe".

Un camino sin dolor

Más que decirles algo a las mamás que pasan por esta situación, Cecilia comentó que ellas son las que les dicen más: "Nosotras las acompañamos, tienen mucho dolor y muchas veces ellas son las que nos dicen todo. Les damos ánimo y tratamos durante todo este tiempo que su camino sea menos doloroso".

Luego de que un niño recibe su quimioterapia, se le da un bolo y un regalo, un buen regalo, ya que merecen lo mejor: "Tratamos de que vivan cada día como si fuera su último día, les cumplimos todos sus caprichos".

"Yo soy la más enriquecida en estar aquí porque las personas me brindan todo su cariño, toda su sonrisa, el que un niño en fase terminal te diga 'gracias' no tiene precio, al igual que el agradecimiento de la mamá. Todo lo que se recibe aquí son bendiciones, es algo fuera de serie lo que sucede en Casa Feliz, es un milagro cada día".

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