Dicen que Gabriel García Márquez, perdió en sus últimos años, la memoria inmediata y sólo conservaba la remota. Por ello, acuñó la conocida frase: "La vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda; y cómo la recuerda para contarla".
Pero la verdad, es que todos vamos perdiendo esa memoria y recordamos los hechos a conveniencia y de la mejor manera posible.
Se olvidan los hechos negativos y recordamos sólo los momentos gratos.
Nuestra infancia no estuvo exenta de penurias y sin embargo, sólo recordamos los momentos felices. Nadie recuerda, bien a bien, cuando se quebró un brazo, o cuando lo descalabraron, sino cuando le rompió la cara al vecino o al pleitista del barrio.
Así, mi hermano Karim, no recuerda con frustración que su padrino le regalaba cada Navidad un arco y flechas, obligándolo a jugar a los indios, cuando él quería ser vaquero. Él recuerda que jugaba feliz en su barrio.
Recuerdo, también, cuando me mandaban a buscarlo a su casa y al llegar lo encontraba durmiendo un "coyotito", en el cuarto de las cobijas que vendía su padre y ahí nos quedábamos un largo rato a dormir un poco.
Mi memoria remota tiene registrado que, en la casa de mi abuela en Viesca, espantaban. Pero en realidad no tengo ningún dato fidedigno de ello. Sin embargo, si tantito me apuran, les puedo contar toda una historia de ciencia-ficción, que por supuesto nunca sucedió.
Esa era la magia del Gabo, que de una historia simple hacía otra de verdadero realismo mágico. Aracataca, está ahora llena de esas historias y la gente del pueblo jura que todas sucedieron ahí, cuando en realidad nunca pasó nada y todo es un maravilloso invento de Gabriel.
Tengo amigos que hablan de sus tiempos de especialidad, en la ciudad de México, como unos días hermosos y sin embargo, hay versiones, que dicen que andaban dando lástimas por las calles de la capital.
Hay otros que, hoy son venerables abuelos, que se quedaban dormidos en los semáforos en una noche de deliciosa juerga, pero ahora lo niegan como si nunca hubiera pasado.
La memoria inmediata es traicionera y la remota distorsiona las cosas. Pero lo importante es, cómo recordamos esas cosas y la habilidad para contarlas, como nosotros creemos que sucedieron.
Esa era la magia del Gabo y por eso, él hubiera querido ser taxista, porque en el asiento de atrás se recogen historias verdaderamente encantadoras que son en esencia obras literarias.
Lo maravilloso de una historia está en un simple detalle. Lo demás es accidente que puede ser aderezado al gusto del escritor.
A todos nos falla la memoria remota, pero hay quienes hacen de ese defecto una gracia especial.
Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano".