Las provocativas declaraciones de Lula da Silva en el sentido de que México está peor que Brasil "en todo" nos vienen como anillo al dedo para generar un debate que debemos tener. En primer lugar respecto a los países que debemos tomar como modelo o punto de comparación.
Por ejemplo, si queremos mejorar nuestro sistema educativo ¿tomaríamos como referente a Brasil? Si queremos mejorar en materia de seguridad pública, ¿tendríamos que copiarles algo a los cariocas? Si nos propusiéramos disminuir la desigualdad social, ¿podríamos inspirarnos en el país amazónico? Es casi seguro que habría, en todos estos casos, modelos que nos ilustrarían mejor sobre las vías hacia el desarrollo.
No cabe duda que México y Brasil sostienen una abierta rivalidad regional, pues se trata de los dos países más poblados, con las dos economías más grandes de América Latina, y es natural que se enfrenten en muchos terrenos.
Hay que reconocer que Brasil ha hecho un enorme esfuerzo por salir adelante. Según datos del Banco Mundial su PIB per cápita es de 11 mil 339 dólares (2012), mientras que el de México alcanza apenas los 9 mil 741 dólares. La inflación en Brasil es de 6.2%, mientras que la de México es de 3.5%. La agencia Moody's califica a la deuda de Brasil con un nivel de Baa2, mientras que la de México es A3. En baja inflación y credibilidad crediticia les ganamos, como bien lo dijo Luis Videgaray.
La tasa de homicidios en Brasil es de 21 homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes, mientras que la de México es de 23 por cada 100 mil (la de Canadá es de 1.5 por cada 100 mil, por si queremos compararnos con un país que es en verdad seguro).
Brasil invierte el 1.09% de su PIB en ciencia y tecnología. México apenas el 0.47% (Finlandia invierte el 3.93%, para que nos demos una idea de lo mucho que nos falta en este terreno).
En el Índice Mundial de Corrupción, que da a conocer cada año Transparencia Internacional, México aparece en el lugar 106 de 177 países, mientras que Brasil se sitúa en el lugar 72. Allá su Tribunal Supremo Federal logró encarcelar a varios funcionarios de altísimo nivel precisamente del gobierno de Lula, incluyendo a José Dirceu, quien fue cofundador del Partido de los Trabajadores. En México la impunidad ha protegido a muchos políticos corruptos de alto nivel, a quienes todavía se les ve manejando Ferraris en las calles de Miami o disfrutando de sus departamentos de lujo en Madrid o en París.
Más allá de estas cifras, que en parte evidencian a Lula como un hábil político que no tiene problemas en exagerar para ganar simpatías en pleno año electoral, lo cierto es que tanto México como Brasil deben seguir trabajando duro para tener sociedades más justas y democracias más sólidas.
Ambos países requieren mejorar sus infraestructuras, necesitan elevar el nivel educativo de su gente, deben invertir más en ciencia y tecnología, tienen que mejorar su seguridad pública, deben acelerar la disminución de la desigualdad y hacer más competitivas sus economías.
Cuando México y Brasil salten a la cancha para enfrentarse en los juegos de la Copa Mundial de futbol, veremos en acción a las selecciones nacionales de dos países con problemas muy semejantes y con los mismos desafíos frente a su futuro. Ojalá que dentro de unos años no tengan que compararse entre sí, sino que puedan aspirar a compararse con los países más desarrollados del mundo. De todos nosotros depende que podamos construir un futuro mejor para los brasileños y los mexicanos. Hay que poner manos a la obra. Que gane el mejor.
Twitter: @MiguelCarbonell
(Investigador del IIJ de la UNAM)