La renuncia de Cuauhtémoc Cárdenas al PRD, partido del que fue fundador, es un campanazo a toda la clase política, no sólo a la izquierda mexicana. Es un llamado a todos los partidos a definir abiertamente y de cara a la sociedad ¿qué defienden y qué país quieren?, y a comprometerse con esa visión y actuar congruentemente y en consecuencia.
En enero de 1990 me tocó asistir a la comida anual de colaboradores de un periódico capitalino para recibir un reconocimiento póstumo a mi padre "Maquío". En esa reunión tomó la palabra el ingeniero Heberto Castillo, quien dijo que respetaba y admiraba al ingeniero Clouthier porque habiendo sido burgués, se había convertido en hombre de lucha.
Hoy le pregunto a los integrantes de nuestra clase política de todos los partidos: ¿Cuántos de ustedes, de haber sido hombres de lucha, se han convertido en burgueses? ¿Cuántos de ustedes se metieron a la política con la ilusión de cambiar "el sistema", y el sistema los cambió a ustedes? ¿Cuántos de ustedes entraron a la política asqueados de la corrupción, y hoy tienen la corrupción hasta el tuétano? ¿Cuántos de ustedes entraron a la política por dignidad y se han arrastrado hasta la ignominia?
En la actualidad, la realidad evidencia una severa crisis de credibilidad en nuestra clase política y esta crisis, recientemente, se ha focalizado en la máxima figura del presidencialismo mexicano. Lo verdaderamente grave del discurso del presidente Enrique Peña Nieto el pasado 27 de noviembre, es la falta de credibilidad.
Yo aplaudo lo que se dijo aunque difiero con algunas partes del contenido del discurso, pero lo más grave no es si coincidimos o no con las propuestas, sino si le creemos o no al presidente. Las encuestas de esta semana en los diarios nacionales exponen una pérdida en la aprobación de la gestión del Presidente y en su popularidad.
Pero lo que verdaderamente evidencian es una crisis de credibilidad en la figura del Presidente de la República, y esto en México, país presidencialista, es gravísimo. Nos dice el presidente Peña Nieto en su discurso, entre otras cosas: "En la tragedia de Iguala se combinaron condiciones inaceptables de debilidad institucional que no podemos ignorar". "México está nuevamente a prueba". Las expresiones diversas "todas coinciden en un punto fundamental: que México no puede seguir así. Y tienen razón. Después de Iguala, México debe cambiar." Hasta aquí la cita textual del discurso presidencial.
Si el Presidente quiere realmente comprometerse con un cambio de fondo necesita empezar por reconocer la realidad y hablarle por su nombre, sin simulaciones, ni matices. Cuando nos dice "debilidad institucional", la realidad nos dice "corrupción institucional", no sólo en el orden municipal sino en los distintos órdenes de gobierno, en las Fuerzas Armadas, en los gobiernos estatales, los partidos políticos, en el sistema de procuración e impartición de justicia, etcétera.
Cuando el Presidente dice que "el Estado había cedido importantes espacios", la realidad nos grita no de una cesión del Estado, sino de una colusión con el crimen organizado. Cuando el Presidente nos dice que la reforma sobre el narcomenudeo es una de las principales causas de la infiltración del crimen organizado en las policías municipales, la realidad nos dice que dicha medida permitió a los gobernadores elevar el precio que cobraron para venderse al crimen organizado. Cuando el Presidente plantea la creación de policías estatales únicas deberá estar consciente que vuelve a subir el precio de los gobernadores. Cuando el Presidente propone cuatro estados para esta iniciativa piloto, como les pregunté a los presidentes Fox y Calderón, pregunto: ¿Por qué Sinaloa no?
Nos dice el Presidente con razón que es momento de construir, pero de construir credibilidad con acciones y resultados, y no sólo con discursos. Y hablamos de credibilidad, que se refuerza en los momentos de verdad del ciudadano con su gobierno.
(Empresario)
Twitter: @ClouthierManuel