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México en las OMP

ENRIQUE BERRUGA FILLOY

La diplomacia mexicana ha dado un paso de gran relevancia al anunciar su participación en las Operaciones para el Mantenimiento de la Paz de la ONU. México era el único país grande del mundo que no contribuía con efectivos a este mecanismo de seguridad. Somos el décimo país, entre 193, que aporta más recursos a la ONU en forma de contribuciones voluntarias y cuotas ordinarias. A pesar de ello, éramos vistos como una nación poco comprometida con las tareas esenciales de la organización, es decir, el mantenimiento de la seguridad y la paz internacionales.

Esta decisión coloca en plano de igualdad a nuestro país para discutir las grandes decisiones que afectan al mundo, las de la guerra y la paz. Sin involucrar efectivos militares, navales y técnicos, México podía pronunciar muy buenos discursos en el Consejo de Seguridad o en la Asamblea General; pero el resto de la membresía nos observaba como un participante activo en la teoría, pero alejado de la práctica y del costo que otros asumían.

Esta ausencia nos afectaba especialmente en las discusiones sobre la reforma del Consejo de Seguridad. Resultaba poco eficaz y poco serio proponer una nueva arquitectura y métodos de trabajo para el CSONU, cuando México no participaba en tareas de pacificación y atención humanitaria. Nuestras posiciones y tesis quedaban, a los ojos de los demás países, como una mera opinión, sin conocimiento de causa sobre lo que significa enviar tropas para sostener un cese al fuego, brindar asistencia para reconstruir naciones arrasadas por la guerra o en la creación de instituciones que les permitieran ser viables en la comunidad internacional. En adelante, la voz de México tendrá la autoridad para influir sobre la toma de decisiones en materia de resolución de conflictos y la atención a las víctimas de los conflictos.

Para cualquier nación que haya vivido una guerra civil o un conflicto armado internacional, la llegada de los cascos azules significa el inicio del fin de la pesadilla. Nuestros efectivos llevarán en el uniforme la bandera de México y las insignias de la ONU en aquellos lugares donde se requiere de manera más urgente la asistencia internacional. Los pobladores de Haití o del Sahara Occidental apreciarán que México no fue omiso a su predicamento, que es un país preocupado por su futuro. La imagen de México se verá dignificada donde más cuenta.

La medida anunciada por el presidente Peña Nieto dará nuevo lustre y credibilidad a la política exterior mexicana. Pero uno de sus impactos más directos se apreciará en la calidad y las habilidades de nuestras fuerzas armadas. Al participar en las OMP, nuestro Ejército y nuestra Armada podrán conocer de primera mano las mejores prácticas mundiales en escenarios de tensión e inseguridad, donde las instituciones han dejado de funcionar. El aprendizaje y el intercambio de experiencias que realicen nuestros militares deberá plasmarse en escenarios de nuestra realidad nacional y en el mejoramiento de la seguridad de México.

Debemos congratularnos como nación por el paso transcendental y tan largamente esperado que ha dado el gobierno mexicano. El paso siguiente consiste en analizar la manera en que México podrá aprovechar su participación en las OMP para fines internos, para su posicionamiento en el plano internacional y para contribuir más decisivamente al mantenimiento de la estabilidad mundial, de la que tanto dependemos.

(Internacionalista)

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