México: la inteligencia y el espejo de la identidad
En el siglo XX, los humanistas abordaron la pregunta: ¿qué hace de los mexicanos una especie diferente a las demás nacionalidades? Sus respuestas arrojan una constante que puede explicar los problemas de siempre.
Existen varios proyectos internacionales para entrar en contacto con planetas fuera del Sistema Solar. No hay prueba aún de que la vida exista en otro lugar que no sea la Tierra; no obstante, se puede imaginar que existe un planeta habitado por seres inteligentes y que, así como el ser humano se embarcará en la aventura de entenderlos, ellos se enfrentarán al problema de comprender lo que es el hombre. En la larga lista de criaturas terrestres aparecerá un grupo llamado «mexicanos». ¿Quiénes son?
TIEMPO Y EVOLUCIÓN
En las dos entregas anteriores de esta serie, se realizó la pregunta qué es México en relación con el tiempo y la evolución. De alguna manera, estos dos elementos son uno la continuación del otro, y corresponden al escenario, primero, de la transformación de la materia y, segundo, de las vicisitudes de la materia codificada en vida.
La evolución es la vida transfigurándose en el tiempo de la Tierra, pero añadiendo a la metamorfosis misma la diferencia de su interacción con el presente. La adaptación (evolución) es el tiempo que se dobla y se acumula sobre sí como un aprendizaje. Todo lo que existe y dejó de existir es producto de este proceso de desdoblamiento y acumulación.
Millones de años han pasado en el vecindario universal y han desembocado en eso que se llama México. Pero México no existe en sí, tal como se propuso en la primera entrega. Lo que existe es el rastro de su transformación. México no existe en ningún lugar, sólo en la mente. México es un fantasma, son las marcas de constantes existencias; México es la apariencia virtual de todas sus apariencias, y esta apariencia holográfica no es -ni ha sido- percibida de igual manera por los pobladores de la nación.
Se debe tomar en cuenta la irregularidad evolutiva del ser humano. No todos existen en el mismo tiempo, no obstante se hayan impuesto una y otra vez imperativas de desarrollo para normar el reloj evolutivo. Se tendría que imaginar entonces una serie de caminos, un laberinto en distintas direcciones y sentidos en las tres dimensiones del espacio más la dimensión tiempo: una especie de pintura de M. C. Escher con divergentes y simultáneos pasadizos que dirigen a mundos «normales» dentro de sí, pero que en relación con otros son opuestos y contradictorios, aunque en apariencia idénticos. Cada pasaje y mundo, cada punto de esta ciudad casi infinita sería una versión de México.
MÉXICO SÍ EXISTE
Mas, ¿por qué si México no existe, resulta ser tan inaplazable como vivir en el tiempo y el espacio? Una respuesta sería porque México es el tiempo y el espacio. ¿Se está condenado, entonces, a la rotunda repetición de lo que es, ha sido y será México? No.
No se debe olvidar que la vida cuenta con una puerta de divergencia y ésa se llama evolución: es posible sumar al tiempo la diferencia de nuestra propia experiencia en el presente. Así, cabría en uno mismo truncar el curso de la vida en el tiempo. Esta solución está prevista en las ecuaciones del comportamiento de la materia-vida, y se manifiesta en eso que se ha llamado inteligencia, y cuyo reino está depositado en el cerebro.
La forma en que se comportan las abejas ilustra el actuar de la inteligencia y el cerebro. Según el investigador Thomas Seeley, las abejas se organizan de forma colectiva para tomar decisiones. Imaginemos que tienen que decidir el lugar donde van a construir su panal. Dos son las abejas (A y B) que sugieren posibles ubicaciones para la nueva casa (norte y sur, respectivamente).
Seeley ha observado que la abeja A danza en círculos en dirección del punto óptimo donde debe construirse el panal, el norte; la abeja B hace lo mismo, pero en dirección austral. Las dos abejas danzan mientras que el resto de las abejas zumban, divididas también en dos grupos, hasta que una de las abejas abandona su danza. La decisión se ha tomado y se hará lo que ha decidido la mayoría. Una abeja por sí sola no hace una diferencia, pero todas ellas juntas alcanzan un alto nivel de inteligencia. El cerebro funciona de la misma manera.
Cada una de las cien billones de neuronas de nuestro cerebro está separada una de la otra; se comunican entre sí por medio de la secreción de químicos y la emisión de electricidad. Cada neurona de forma individual no tiene una labor significativa, no obstante en grupo son una colonia de abejas.
Cuando se tiene que tomar una decisión, el cerebro se separa en dos. Un conjunto de neuronas apela por la posibilidad X; otro por la opción Y. Los dos bandos se enfrentan y tratan de inhibir la actividad del otro, hasta que uno de los dos gana la batalla. Es un proceso que se llama cross Inhibition. Éste es sólo un ejemplo.
Algunos científicos proponen que nuestro cerebro refleja gran número de los mecanismos de comportamiento de las especies del planeta. Visto de esa manera, el cerebro sería uno de los registros de la interacción de la material transformada en vida con el ambiente. En un radio muy reducido, interactúan los millones de años de evolución. El cerebro sería el disco duro donde se ha ordenado la aventura de la vida en la Tierra.
EL GRAN PROBLEMA
¿Cómo es posible que, siendo cada ser humano la hechura más fina del universo, no haya podido resolver aún el gran problema que es México? La clave estaría que se concentrara en la acción colectiva. Sin embargo, para lograr este objetivo tendría que superar las visiones preexistentes de sí mismo.
No sería necesario hacer un análisis muy profundo; estas imágenes fluyen en la cultura. Basta ver los diagnósticos realizados por los ensayistas -la inteligencia mexicana- bajo el discurso del psicoanálisis. Los mexicanos, según Samuel Ramos, padecen un pronunciado complejo de inferioridad; los mexicanos, según Octavio Paz, se esconden detrás de la máscara y prefieren el laberinto de la soledad; los mexicanos, de acuerdo con Agustín Basave, padecen una esquizofrenia que los separa del cumplimiento de la ley, aceptando luego un idealizado comportamiento de sí mismos.
De nada sirve contemplarse en el espejo y descubrir una identidad; de nada sirve encontrarse como Quetzalcóatl en el fondo del azogue cubierto de algodones y huir; de nada sirve porque la negativa identidad es el problema. México, la identidad y el lugar periférico en el desarrollo de occidente, son parte de lo real porque el mexicano así lo cree y así lo realiza.
Twitter: @FernoFabio