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México y la recomposición mundial

JULIO FAESLER

Los ajustes en el equilibrio de poder entre las potencias principales que se están gestando con los acontecimientos en Ucrania no parecen afectar a América Latina.

Hay una notoria distancia física, sociológica y psicológica entre las tensiones actuales que desestabilizan el orden entre los países de Europa y Rusia y las realidades diarias en nuestro continente que está más interesado en ver al resto del mundo en términos de mercado para sus productos y fuente de inversiones.

El sustrato anímico latinoamericano, mezcla de europeo e indígena hace que el latinoamericano, por muy viajado que sea, vea los acontecimientos de otras partes del mundo como asuntos ajenos. Las relaciones de las naciones al sur del Río Bravo, con un número siempre reducido de países, habrán sido extremadamente conflictivas en varias ocasiones, pero siempre dentro de un marco de antecedentes conocidos y explicables.

La intensa y dramática dinámica de estos días que confrontan Europa y Rusia, puede ser vista, desde este lado del Atlántico, simplemente como una nueva expresión del propósito de Vladimir Putin de reposicionar a su país como la primera potencia mundial que fue la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La mal disimulada acción militar y la declaración de independencia de Crimea en su capital Simferopol que antecede a su esperada incorporación a Rusia. El caso recuerda la independencia de Texas y su casi inmediata anexión a los Estados Unidos. Se trata de un paso que anuncia nuevos capítulos expansionistas que la Unión Europea y los Estados Unidos están resueltos a impedir.

El ambiente es en mucho comparable al impasse político-militar entre los EUA y la URSS. Aquella guerra fría de la segunda mitad del siglo pasado derivó de la rivalidad entre dos fórmulas opuestas de hegemonía mundial que abanderaban dos opciones ideológicas que definían sus respectivos sistemas de producción, una de libre empresa capitalista y la otra de economía centralmente planificada.

Hoy, sin embargo, son cada vez más similares los principios y prácticas de las principales economías mundiales. El respeto al sistema de libre empresa como mantra está presente hasta en los países que aún quieren llamarse comunistas.

La antinomia propiedad privada versus colectivismo subsiste en la academia, pero la exitosa experiencia de una clase media que se expande en China y Rusia indica que hay formas de conciliar lo que teóricamente parece imposible.

El móvil del actual enfrentamiento entre los dos polos que se sintetizan en Estados Unidos y Europa por una parte y Rusia por la otra, no es ya en terrenos de ideología sino en la urgencia que cada uno tiene de extender geográficamente su poder económico y político lo más posible para proveer su desarrollo interno en términos de niveles de vida para sus poblaciones. Con ello aseguran la estabilidad de sus respectivos sistemas de gobierno, siempre bajo el estandarte de la democracia.

En este marco América Latina no tiene mayor problema salvo en los pocos países que profesan trasnochadas revoluciones anticapitalistas. La tarea que se tiene en nuestra región es la de atender al insostenible número de pobres impulsando un acelerado ritmo de crecimiento compartido para evitar que la pobreza descarrile las posibilidades de desarrollo y una endeble armonía social.

El escenario internacional no se reducirá, empero, a la rivalidad que ahora presenciamos entre el eje Estados Unidos-Unión Europea y Rusia. La fuerza de China ya aparece y se afirma por momentos como el factor que completará el tablero geopolítico del siglo XXI.

Por la distinta visión que pueda tener ese nuevo actor sobre la mejor articulación de intereses nacionales en el gran escenario global, el futuro equilibrio necesario, podrá tardar en dar. En éste América Latina estará presente como participante.

Mientras nuestra región continúe sus procesos internos de desarrollo socioeconómico y político, sin verse afectado o involucrado por los sucesos que se desenvuelven en otros continentes, su avance hacia altos y dignos niveles será tan rápido como lo permitan sus propias rémoras.

Las tensiones que presenciamos en América Latina son más simples que las que se presentan en otras regiones del mundo.

juliofelipefaesler@yahoo.com

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