¡Estimados cofrades! Hay que alejarse del vicio de juzgar todo con porcentajes cuando quiere uno saber qué es lo que sucede en su entorno socioeconómico. En México hay plétora de ellos, casi todas las secretarias y organismos descentralizados rivalizan para con ellas darse a conocer al gran público.
Lo más reciente que hemos recibido son los datos de la SHCP que nos afirman que estamos iniciando una nueva etapa de crecimiento donde el PIB aumentará este en un 3.4%. Simultáneamente la OCDE avisa que hay signos inequívocos de recesión y que la previsión debe reducirse a 3%.
Los datos son tomados de distintas fuentes. Además de cifras que salen de barómetros económicos ligados a índices de precios y sus fluctuaciones, volúmenes de ventas de distintos tipos de "productos" que van de emisiones bursátiles hasta el precio corriente del jitomate.
Todo es válido si lo que se quiere es tomarle el pulso al ambiente de los negocios o al de las expectativas oficiales, ya sean optimistas, pesimistas, esperanzadoras o deprimentes. Lo que más importa, empero, es no olvidar que esos números son sólo reflejo de la realidad que palpita atrás de ellos. Es en ésta donde se siente si el metabolismo de nuestra sociedad es sano, es decir, si sabe cómo transformar los recursos materiales y humanos de que se dispone en productos físicos y culturales, así cómo desechar la corrupción que drena las energías del sistema. Esto es más importante que en concepto de la "productividad" que sólo alude a la relación entre unidades producidas y los insumos requeridos.
No todo lo que buscan algunos miembros del sistema es benéfico. Altas cifras de venta de ciertos artículos, como alimentos chatarra, o servicios como los casinos, pueden ser socialmente malignos. La responsabilidad social es lo que debe guiar la acción de las empresas.
Al lado de asegurar la estabilidad y animar el vigor de la sociedad, a la autoridad compete proponer a la ciudadanía el rumbo que la nación ha que tomar. A este respecto, fue interesante escuchar las recomendaciones que hizo el actual Director General de la UNCTAD, Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo, señor Mukhisa Kituyl, durante su reciente visita a México.
Tras estudiar informes y evaluarlos a la luz de su experiencia, el funcionario internacional desprendió como conclusión general que en México aplicamos cambios y modificaciones y negociamos acuerdos comerciales de conforme a lo que se piensa en Estados Unidos. Debemos acercarnos, dijo, lo más posible a América Latina donde tenemos una familia cercana de 600 millones de habitantes.
La UNCTAD estima que los Acuerdos regionales no son necesariamente buenos, en cambio los multilaterales ofrecen más a los países emergentes ya que son más incluyentes. En la negociación actual de TPP, propuesto por EUA, el acento está puesto más en temas que interesan a los desarrollados, como la protección a sus patentes o el respeto a la propiedad intelectual, sin darle importancia a la tarea de quitar los subsidios a la agricultura que obstaculizan el acceso de productos agropecuarios a los países industrializados. Tampoco figuran medidas para hacer más competitivas las exportaciones de los emergentes.
Otro comentario del jefe de UNCTAD alude a la necesidad de crear suficiente infraestructura para sostener el inevitable crecimiento de nuestras sociedades y de su producción. América Latina invierte apenas 3% de su PIB, la mitad de lo que hace India y una tercera parte de lo que se invierte en China. El no invertir en infraestructura estrangula nuestro crecimiento.
Las observaciones del actual Director General de la UNCTAD son muy oportunas. Se advierte en ellas que sigue vivo el espíritu que inspiró a Raúl Prébisch a promover la creación en 1964 de esa institución que fue el primer encuentro de los países industrializados con los socialistas y los países en desarrollo para consensuar vías de cooperación y crear nuevos esquemas de justicia económica internacional.
Sobran, pues, recomendaciones para que encaucemos mejor nuestro avance hacia la prosperidad compartida. Debemos aprender a "monitorear" continuamente, caso por caso, paso a paso, el desarrollo de nuestro país para saber si su metabolismo socioeconómico es eficiente en términos de riqueza social, o bien hay que introducirle ajustes.
La salud de una comunidad abarca aún más, incluso los nuevos índices de "felicidad". Hay que tener cuidado con esto: la felicidad es un estado de ánimo, no una estadística más.
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