Mi lista
Dios ha puesto la dicha en lo simple / Y ese es el camino / A la felicidad
Deseo poco, Facundo Cabral
Es común que cuando tienes cierta edad y expresas lo que deseas hacer, sentir, tener, soltar, corregir antes que la muerte te encuentre, propicie que de inmediato surjan comentarios como: “Estás loca, ¿por qué piensas en la muerte?” o “Tú no te vas a morir pronto”, “No seas negativa”, etcétera. La verdad es que no estoy loca, sí pienso en la muerte, no sé cuándo va a ocurrir y pretendo vivir en medio de un optimismo racional.
Por lo mismo procuro que mi respiración sea consciente, que mi mirada sólo descanse en los objetos y que la prisa del día a día se detenga para poder revisar mi lista de pendientes:
Aprender una nueva palabra cada día, para así poder enriquecer mi pensamiento.
Tener un perro en casa, paradójicamente una mascota humaniza.
Saber decir “no” oportunamente.
Saber decir “sí” sin pensar.
Escuchar música tantas veces como sea posible.
Perseguir el sonido de los pericos que habitan la colonia y contemplarlos donde se posen.
Aceptar la presencia de la tórtolas en mi ventana.
Comer un mango sin pena a que escurra su jugo por las comisuras de mi boca.
Sonreír sin esperar que me devuelvan la sonrisa.
Comprar una bicicleta e ir al trabajo en ella.
Jugar jacks.
Dormir una noche bajo el cielo estrellado.
Que haya desorden en mi casa y no me angustie.
Releer Madame Bovary, Boquitas pintadas y El túnel.
Comer todo el pulpo que sea posible.
Ir de día de campo.
Hacer una buena mermelada de higo.
Pintar un cuadro.
Reír con mis amigas hasta que duela la cara.
Escribir mi biografía y obsequiársela a mis hijos.
Pudieran parecer irrelevantes mis pendientes, sin embargo, es lo que verdaderamente deseo. Cuando reviso mi lista me doy cuenta que es en la sencillez donde me siento más plena y descubro ahí las experiencias más valiosas.
Como San Francisco, opto por desear poco y lo que deseo desearlo poco, por practicar el desapego a las ideas, por descartar las posturas inflexibles, por dejar de lado la gana permanente de querer tener la razón, por soltar el enojo que provoca que enjuicien, aceptar la crítica y darle la vuelta a la tentación de devolverla.
Nos quejamos constantemente de lo difícil que resulta la vida y no hacemos nada para que sea más sencilla, tal vez porque pensamos más en ella que en la muerte.
Cada quien hará su lista, y si alguien dice que uno de sus pendientes es viajar a París será tan válido como el que señale que su prioridad es perdonar una afrenta. No es que uno sea vano y el otro profundo, comparar mis deseos con los de otros no es posible, cada quien vive su experiencia humana como puede y como quiere y así está bien.
Querer cambiar los deseos de los otros nos mete en el terreno del juicio; respetarlos nos coloca en la misma línea de salida.
No estoy dispuesta a recibir un diagnóstico de una enfermedad fatal para empezar a palomear lo que quiero hacer, me propongo que cada día sea una oportunidad de realizaciones y ser lo suficientemente dócil para entender que esa lista puede modificarse tantas veces como sea necesario.
El cambio es lo único real, nada es igual de un segundo a otro.
Quiero que la muerte me encuentre lista, con la maleta hecha, me imagino que así será más fácil abandonar mi ser físico sin tantas angustias y miedos.
Twitter: @mpamanes