Qué lejanos se ven los días en que el entonces presidente Felipe Calderón, se calzaba una chaqueta militar para anunciar un operativo con toda la fuerza del Estado y declararle la guerra al narcotráfico, particularmente en Michoacán, su tierra natal.
En aquellos días se anunciaba que el operativo tenía como objetivo volver la paz y la tranquilidad a los habitantes de aquella entidad. Siete años después Michoacán es una tierra sin ley, donde algunos de sus municipios son conocidos como la “república marihuanera” al mismo tiempo que el líder de los Caballeros Templarios, La Tuta, sube videos a YouTube para emitir mensajes que inmediatamente se convierten en fenómenos virales.
Es tal la impunidad en esta entidad que los hijos de Enrique Plancate, otro de los principales líderes de los Caballeros Templarios, no tienen pudor en presumir en redes sociales sus propiedades y su vida de lujos. Todo esto pasó de “desapercibido” para las autoridades locales quienes incluso prestaron el Palacio de Justicia de Michoacán para que Melissa, cantante grupera e hija de Plancarte, grabara un video musical.
En este escenario de impunidad surgen los testimonios de personas que agradecen a los grupos de autodefensa el haberles regresado sus ranchos, casas o tiendas. No hay justificación para que la sociedad tome las armas, pero se puede entender que la ausencia de gobierno y el hartazgo los haya obligado a eso. En Michoacán sólo existía la ley de Enrique Plancarte Solís, de Servando Gómez Martínez, y el propio Nazario Moreno González (declarado muerto por el gobierno de Felipe Calderón), quienes son los cabecillas de los Caballeros Templarios y que primero se autobautizaron como la Familia Michoacana.
Los grupos de autodefensa lograron que los medios de comunicación y el Gobierno Federal voltearan sus ojos a Michoacán. Sin embargo, la paz aún se ve muy lejana, sobre todo cuando hay una larga historia de corrupción y de complicidad de las autoridades locales con el crimen organizado.
El gobierno de Enrique Peña Nieto está obligado a revertir esta situación, atacando de fondo el problema porque los discursos ya no alcanzan para cambiar la percepción de la historia que se vive en Michoacán.