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Migración infamante

Addenda

GERMÁN FROTO Y MADARIAGA

Algo grave debe estar pasando en nuestro país y sociedad, para que miles de niños arriesguen sus vidas para internarse en los Estados Unidos.

¿Qué sistema es éste que permite tal infamia? ¿Y en qué estado de desesperación se encuentran sus padres que aceptan asumir tales riesgos?

La muerte, el hambre y la explotación sexual, los acechan en el camino y aún así ellos asumen el riesgo.

Son niños que deberían estar jugando felices en los parques y se les roba ese derecho y todos sus sueños infantiles. Dicen que la ONU está muy preocupada por este fenómeno. Pero poco o nada hacen por detener las guerras en el mundo y por lograr una justa distribución de la riqueza.

Combatir el hambre y la desigualdad social debería ser una de sus prioridades. Porque mientras haya países que mueren de hambre y otros donde se tira la comida al mar, para proteger los mercados, existirán estos fenómenos.

Si Barack Obama actuara correctamente en vez de pedirle dinero al congreso para atender a esos niños, les debería dar asilo humanitario. Pero no, ya se le olvidó cómo llegó su padre a ese país.

Cómo puede estar tranquilo un gobierno que ve desde su pedestal a estos miles de niños que optan por abandonar su Tierra y subirse a un tren de carga para viajar en sus lomos, a riesgo de morir, huyendo de la miseria y la violencia.

Pero culpa también es de los padres y la sociedad que nos les da respuestas a sus necesidades. ¿De qué nos sirve una Iglesia arrodillada en los templos, si no es capaz de calmar la angustia de los padres por tenerse que separar de esa forma de sus hijos?

¿De qué sirve el mejor gobierno democrático, si sólo se tiene el derecho "democrático" de morirse de hambre?

Más de 47 mil niños mexicanos y latinoamericanos han hecho el intento por emigrar y no pasan de la frontera porque son detenidos.

¿Dónde están los principios humanitarios que deberían normar nuestra sociedad? ¿Dónde la solidaridad y la ayuda mutua?

Seguramente guardados en un cajón, envueltos en trapos que huelen a incienso y cera de cirios desgastados. No imagino la angustia de los padres al separase de sus hijos y dejar que se embarquen en una aventura que les puede costar la vida. Cuánta desesperación debe haber en ellos para que actúen de esa forma.

Yo quisiera que los niños usaran los trenes sólo para jugar y no para intentar huir de sus países en una aventura desconocida.

Creo que muy caro habremos de pagar, en el futuro, el haber permitido este fenómeno que no es más que la ignominia de un mundo sin valores y deshumanizado.

Quiero desde este espacio, hacer un público reconocimiento a mi amigo Marco Antonio Morán, que con sus palabras de aliento y oraciones me impulsa a seguir luchando, pues siempre está al pendiente de lo que me pasa. Un abrazo fraternal para este amigo sincero de toda la vida y todo mi agradecimiento.

Por lo demás, "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano".

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