Al mes de septiembre lo llamamos "Mes de la Patria" y a mediados del mismo efectuamos el festejo cívico nacional más importante del año: la fiesta de la Independencia.
La historia oficial nos ha contado de Hidalgo y otros héroes, que a decir del presidente mexicano en turno, durante el grito en Palacio Nacional, fueron quienes "nos dieron Patria".
Miguel Hidalgo y Costilla, nació en la Hacienda de Corralejo, cerca de Pénjamo, Guanajuato, el 8 de mayo de 1753, estudiando en Morelia con los sacerdotes jesuitas hasta que éstos fueron expulsados de México en 1767.
Quizá ahí recibió los primeros estímulos para que más adelante, en su vida sacerdotal, mostrara su rebeldía ante las injusticias sociales que se vivían en el México de antes de la Independencia, llegando a ser conocido por el apodo de "El Zorro", en reconocimiento a su audacia y gran inteligencia social y política, particularidades que lo llevaron a involucrarse con sus feligreses, haciendo suyos los problemas de hambre, vivienda, ignorancia y salud, hasta iniciar la guerra independentista en 1810.
Luego estudió en el Colegio de San Nicolás, en Morelia, Michoacán, donde aprendió filosofía, teología y artes, llegando a dominar varios idiomas, entre ellos el francés e italiano, además de lenguas indígenas como el otomí y el tarasco, herramientas que le fueron muy útiles para lograr una mejor comunicación con sus feligreses.
Con tan sólo 39 años de edad, fue rector de San Nicolás, siendo un hombre de estudio y por sus inquietudes generadas por el liberalismo europeo llegó a tener diferencias importantes con sus superiores por lo que fue enviado a curatos de poca importancia en Colima y Guanajuato, siendo Dolores el punto donde iniciaría el movimiento armado de liberación nacional.
Su carácter fuerte, pero decidido, lo llevó a tener diferencias con algunos de sus jefes militares, entre ellos Ignacio Allende, lo que le llegara a costar derrotas durante el movimiento armado.
El general realista Ignacio Elizondo, aparentó unirse a su causa y finalmente la traición permitió que fuera apresado, llevado a Chihuahua, humillantemente degradado, torturado y decapitado el 30 de julio de 1811.
Sin duda era un hombre de fuertes ideas socialistas, que se destacó por su interés en luchar contra la ignorancia y la pobreza de los indios, enseñándoles mejores técnicas de cultivo, cuidado de ganado menor, apicultura, algunas actividades artesanales y hasta música.
Lo que los historiadores tradicionalistas no nos contaron y que afortunadamente empezamos a conocer por los nuevos académicos investigadores sobre los personajes de la gesta independentista, es que todos y entre ellos Miguel Hidalgo, eran hombres y mujeres de carne y hueso, con grandes sentimientos libertarios.
Nos esconden que Hidalgo. como humano, tenía virtudes y defectos, como el gusto por la buena música y entre todos los instrumentos el violín, evidenciado con la formación de orquestas; el baile era de su agrado y organizaba saraos y matinées en que participaba mostrando sus habilidades psicomotrices, con todo y sotana; la buena mesa con viandas servidas en abundancia y el goce de vinos delicados, los disfrutaba en compañía de personajes -damas y caballeros- de la alta alcurnia de su tiempo; y hasta llegó a conocer el amor romántico.
Precisamente por esas particularidades humanas y, sobre todo por sus agresiones a los intereses de los dueños del poder político, económico y religioso, fue fuertemente sancionado por sus superiores, orillándolo al radicalismo de las armas.
El intelectual que llevaba en su alma y mente, lo hizo responder al llamado de Ignacio Allende -héroe con otra biografía desvirtuada- y sabedor de la fuerza de la religión, utilizó el mejor estandarte que pudo haber elegido: uno con la imagen de la Virgen de Guadalupe, que animó a mexicanos e indígenas a tomar las armas el día 16 de septiembre de 1810, aunque por un acto de adulación la fecha nacional se movió un día, para que coincidiera el natalicio de Porfirio Díaz.
Miguel Hidalgo, es uno de los muchos casos de nuestros héroes mexicanos que han sido descarnados por la historia oficial, hasta transformarlos en casi dioses, haciéndonos imposible imitarles y, consecuentemente, poco aceptados por nuestra psique colectiva.
Ese es uno de los porqués no ha prosperado, como debiera, el nacionalismo mexicano, que tal vez hubiera sido otra motivación para la participación política ciudadana, contención de los malos manejos públicos que padecemos y un incentivo fuerte para fortalecer nuestros sentimientos de seguridad y autoestima.
De cualquier forma, Usted, yo y muchos conciudadanos sentimos un fuerte amor por México, sabiendo diferenciar el nacionalismo radical del verdadero e integrador de nuestro país, dándole el sentido real al grito nuestro de cada mes de septiembre: "¡Viva México!"
Lo invito a que promovamos entre nuestros familiares y amigos el amor a México, representado por el trabajo, esfuerzo, sacrificio y honradez. ¿Acepta?
ydarwich@ual.mx