Llegó Don Juan a las puertas del Cielo, y San Pedro, el portero celestial, le preguntó:
-¿Quién eres?
-Soy Don Juan -respondió el gran amador.
-Ah, vaya -dijo el apóstol de las llaves-. He oído hablar mucho de ti. Entiendo que tu especialidad fueron las mujeres.
-Te equivocas -replicó el sevillano-. Mi especialidad fue el amor, la misma especialidad que tuvo tu Señor.
-No compares -se atufó San Pedro-. Pero una cosa te diré aprovechando tu presencia: jamás he podido entender a las mujeres. ¿Las entendiste tú?
-Jamás -dijo Don Juan-. La mujer no es para ser entendida. Es para ser amada.
En ese momento llegó el Señor. Les preguntó:
-¿De qué hablan?
-De mujeres -contestó San Pedro-. Ni Don Juan ni yo las hemos entendido nunca.
Dijo el Señor:
-Ya somos tres.
¡Hasta mañana!