En el principio los animales hablaban, como el hombre.
Hablaba el perro.
El gato hablaba.
Hablaban el elefante y la jirafa.
Hablaba el león.
Las aves hablaban en el cielo y los peces hablaban en el mar.
Hablaban los insectos.
Todos hablaban.
Y hablaba también, claro, la mujer.
El confuso rumor de aquel parloteo universal aturdió a Adán.
No sólo a él: También el Señor quedó aturdido allá en el Cielo.
Privó del habla, entonces, a los animales. Dejó sin habla a las aves del cielo y a los peces del mar. Hizo que no pudieran hablar ya los insectos. En adelante sólo pudieron hablar el hombre y la mujer.
Días después se encontraron Adán y el Creador. Y dijo el hombre con tono pesaroso:
-Señor: la cosa sigue igual.
¡Hasta mañana!...