Se ha llenado de moras la morera.
Yo quiero mucho a este humilde árbol que da su fruto a la gula de los pájaros y de los niños.
Bajan aquéllos, suben éstos, y la morera les regala a todos su dulzor.
No tiene este árbol la majestad del nogal catedralicio, ni son sus flores como las del duraznero, hermosas, ni goza los prestigios del manzano. Pero año tras año su verde ramazón adorna el campo, y año tras año nos ofrece sus breves ópalos de miel.
Quiero aprender la lección de la morera: Labrar en silencioso apartamiento pequeños frutos dulces; regalarlos a quien los quiera tomar, y recibir a cambio, en premio, un visitante del cielo y otro de la tierra.
¡Hasta mañana!...