Al ir por el camino vio a un grupo de hombres y mujeres que gritaban con desesperación en la orilla del río.
Era que un niño había caído al agua, y la corriente lo iba a ahogar.
El frailecito se acercó e hizo un ademán. Un rayo de Sol llegó hasta el niño, lo enlazó y lo llevó sano y salvo a la ribera.
-¡Milagro! -gritaron todos.
-No -dijo San Virila-. Lo que hice fue un truco elemental. El verdadero milagro, del cual ni siquiera nos damos cuenta, es que a todos nos lleguen los rayos del Sol.
¡Hasta mañana!...