Me entristeció la muerte de Robin Williams.
Fue dueño del difícil arte que consiste en hacer reír y hacer llorar. Actor extraordinario, nos dio el regalo de la emoción y de la risa.
Muchos de los que son como él llevan en sí, oculta, la tragedia. Tal fue el caso de este gran artista. Sufría el penoso mal llamado depresión, que aflige lo mismo al cuerpo que al espíritu, y eso quizá condujo a su temprana muerte.
Quedará para siempre en la pantalla del cine -y en la de la memoria- su rostro levemente atribulado, dudoso y vacilante frente al mundo, con esa frágil sonrisa que no se decidía del todo a ser sonrisa. Sus personajes quedarán también, casi todos a medio camino entre la lágrima que se quiere ocultar y la sonrisa que se quiere compartir.
Los artistas como Robin Williams no deberían morir.
Los artistas como él no mueren nunca.
¡Hasta mañana!...