Llegó sin anunciarse y se presentó:
-Soy el número uno.
Estoy acostumbrado a oír a muchos que dicen ser el número uno, de modo que le pregunté:
-¿Está usted seguro de ser el número uno?
-Seguro estoy -respondió él-. Si no me cree pregúntele al número dos.
Llamé a ese número y le pregunté si el número uno era en verdad el número uno.
-Lo es -respondió el número dos-. Pero yo soy dos veces el número uno.
Quedé confuso al oír esa respuesta, y se la trasmití al uno. Él quedó igualmente confundido, y dijo:
-Si el número dos es dos veces el número uno, entonces el tres lo es tres veces, y cuatro el cuatro, y así sucesivamente.
-Piensa usted bien -le dije-. Todos, en mayor o menor medida, somos el número uno.
¡Hasta mañana!...