Las mujeres, se dice, tienen un sexto sentido.
La afirmación es falsa, o por lo menos incompleta: A más de un sexto sentido tienen un séptimo, un octavo, un noveno, un décimo sentido, y así hasta el infinito.
Sucede a veces, sin embargo, que ese sexto sentido falla, y con él todos los demás. Tomemos el caso, por ejemplo, de aquella joven mujer que rechazó al galán que le propuso matrimonio. El pretendiente, a más de ser algo regordete y con clara tendencia a la calvicie, gustaba mucho del whisky, era impenitente fumador y en ocasiones se veía envuelto en líos de faldas.
-No promete mucho -dijo la muchacha. Y rechazó el ofrecimiento matrimonial.
Diré ahora los nombres de estos personajes. Ella era Ethel Barrymore, quien llegó luego a ser eminente actriz de teatro y cine. Su pretendiente, el que no prometía mucho, se llamaba Winston Churchill.
Ya se ve: El sexto sentido, igual que todos los demás, no tiene a veces ningún sentido. ¡Hasta mañana!...