Llegó sin anunciarse y dijo:
-Soy el lobo.
En verdad pudo haberse ahorrado la presentación. A las claras se veía que era el lobo. Yo lo miré con inquietud. Pensé que se había salido de un cuento o una fábula, y que iba a asestarme una lección moral. Le pregunté con vacilante voz:
-¿En qué puedo servirlo?
Respondió él, molesto:
-Ustedes siempre dicen al hablar de una noche oscura: "Está como boca de lobo". Puedo asegurarle que hay bocas considerablemente más oscuras que la mía: la del león, la del tigre, la de la hiena. ¿Por qué siempre usan mi boca para hacer esa comparación?
No supe qué decirle. Farfullé una disculpa. Aquélla era una frase hecha, le expliqué.
-Pues deberían deshacerla -rugió el lobo. Le ofrecí:
-Veré qué puedo hacer.
Mi ofrecimiento era falso. Sé bien que es imposible deshacer las frases hechas. ¡Hasta mañana!...