No hay nada que pueda quitar la señal guadalupana del pueblo católico de México.
Aun antes de que surgiera nuestro país como nación, la figura de la Virgen Morena presidía ya el ser de los mexicanos. Y, por encima de todos los cambios, sigue siendo la esencia de nuestra nacionalidad.
Si alguien quiere explicar el modo de ser de nuestro pueblo -de nosotros- no podrá hacerlo sin recurrir a la devoción guadalupana. En ella encuentra el mexicano fortaleza en el sufrimiento, bálsamo consolador en las más duras circunstancias de la vida.
El México más hondo es hondamente guadalupano.
Las rosas del Tepeyac siguen floreciendo en el milagro de un pueblo que no pierde las raíces de la fe.
¡Hasta mañana!...