Mi casa es pequeña y es sencilla, y sin embargo en ella hay más, mucho más de lo que necesito.
Ahora que escribo esto, por ejemplo, soy plenamente feliz. La tarde es de neblina; llueve un poco. Mientras miro la lluvia en el jardín bebo una taza de yerbanís. El domingo pasado fui a la montaña y busqué bajo los pinos esta humilde hierba de flores amarillas con la cual se hace un té que huele y sabe a bosque.
Bebo a pequeños sorbos la infusión y miro las volutas de humo azul que salen de la taza.
Se oye a lo lejos el fragor del trueno.
Con perfecto sentido de la escena cae una hoja del duraznero y traza en el aire un dibujo japonés que en el tiempo durará un instante y en el recuerdo toda una eternidad.
La noche se va acercando con pasos lentos, para no asustar a la tarde que se va.
Y yo me acerco a mí mismo, también con pasos lentos, para no asustarme.
¡Hasta mañana!...