-¡Cuéntenos, don Abundio! ¡Cuéntenos!
Parsimonioso empieza a contar el viejo:
-Uno, dos, tres, cuatro.
-¡No, no! -lo interrumpen con ansiedad mis nietos-. ¡Cuéntenos una historia!
Se sienta el viejo en el sillón de tule.
-Tenía yo una mula torda. Era muy entendido el animal. Cuando le decía: "¡Dios mío!" arrancaba al galope, y cuando le gritaba: "¡Diablo!", se detenía. Una vez íbamos por el campo y nos salió una víbora de cascabel. "¡Dios mío!" -exclamé yo asustado. La mula echó a correr. Lo malo es que iba en dirección al precipicio. Ni siquiera alcancé a decirle: "¡Diablo!". Apenas tuve tiempo de saltar para salvarme. El pobre animal cayó al abismo. Tan profundo era que tardó 10 días en llegar al fondo.
-Y se murió -apunta el más pequeño.
-No -responde calmosamente el viejo-. Una mula puede aguantar muy bien 10 días sin comer ni tomar agua.
Los nietos mayores se miran entre sí, y sonríen. Les dice don Abundio, serio:
-Si no me creen pregúntenle a la mula.
Ahora mis nietos me dicen a mí cuando me cuentan algo inverosímil:
-Si no nos crees pregúntale a la mula.
¡Hasta mañana!...