Las nubes decidieron por fin irse con sus neblinas a otra parte; brilló el Sol, y la nieve que cubría las montañas empezó a derretirse lentamente. Los hilos de agua esplenden como hebras de luz; las faldas de la sierra parecen bordadas en plata.
Será un buen año este año, nos dice la esperanza. El frío mató las plagas que hieren al manzano, al duraznero, al nogal, y aún al recio pino. Se nutrirá la tierra con el agua, y tendremos seguro el riego de la cebada, el trigo y el maíz. Se alejará quizá el peligro del incendio; el bosque y sus criaturas estarán a salvo.
Después de largos meses de sequía -más de un año- nos llegó el don de la lluvia, y luego la próvida belleza de la nieve. Ahora los árboles están sin hojas, y está sin hierba el campo. Es el invierno. Pero ya miro el verde de la primavera, y veo ya los frutos del verano y el otoño. Es la vida. Y la vida, aunque parezca muerta, siempre vuelve a comenzar.
¡Hasta mañana!...