Cuando un poeta muere otro nace en algún lugar del mundo.
Y es el mismo.
Quizá la poesía es como el agua: la que estuvo en el mar subió a la nube, y descendió en la lluvia, y por el río llegó otra vez al mar.
La misma agua.
La misma poesía.
Quizá Darío es Góngora.
Quizá Neruda es Whitman.
No nos espante, pues, ni nos aflija, la apariencia de muerte del poeta. Alegrémonos en la eternidad de la poesía.
Con su muerte José Emilio Pacheco ha renacido.
Y cada día volverá a nacer.
¡Hasta mañana!...