Miguel, el adalid de Dios, y Lucifer, el soberbio, combatieron con sus espadas en el cielo.
Los espíritus celestes tomaron partido, como en un Super Bowl.
Unos se decidieron por Miguel, y a su victoria se convirtieron en ángeles.
Otros apostaron en favor de Lucifer, y cuando éste fue vencido se transformaron en demonios.
Hubo un espíritu, sin embargo, que no pudo elegir entre el arcángel y el espíritu maligno. No supo si favorecer al Ángel o a Lucifer.
Sigue indeciso hasta ahora. Aún no sabe escoger entre el mal y el bien. Oscila entre uno y otro. A veces opta por el bien; otras veces se inclina por el mal.
Se llama hombre.
¡Hasta mañana!...