Llegó sin avisar y se presentó ella misma. Dijo:
-Soy la viga.
Seguramente advirtió mi desconcierto, porque completó:
-Soy la viga que dice el Evangelio; ésa que nadie ve en su ojo cuando ve la paja en el ojo de su prójimo.
Le pregunté en qué podía servirle. Me respondió:
-Haga que sus lectores me vean. No pido algo imposible; después de todo es más fácil ver una viga que una paja. Pero estoy cansada ya de que nadie me vea. A veces quisiera ser paja, para que me vean todos.
Sentí el impulso de confesarle que nunca la había visto en mi ojo, y eso que tengo buena vista: siempre veo la paja en los ojos de los demás. Pero temí ofenderla, y no le dije nada. La verdad, voy a extrañarla. He visto muchas pajas que soñaban con ser viga, pero jamás me había topado con una viga deseosa de ser paja.
¡Hasta mañana!...