El árbol de chabacano abrió sus flores ya.
Son blancas y son leves. Entre las ramas parecen pequeños lotos que flotaran en un estanque de aguas verdecidas.
Yo temo por estas flores niñas. Febrero no se ha ido todavía; quizá en alguna de sus esquinas se agazapa una helada traicionera. Y luego viene marzo, con esos letales hielos marceños que matan igual flores que gente.
El año pasado el chabacano floreció, y por estos mismos días llegó el frío. Los pétalos cayeron como lágrimas del árbol.
Ahora hay nuevas flores. ¿Son las mismas que ayer murieron o son otras? Sólo el árbol lo sabe, y calla su secreto. Es el secreto de la vida. Es el secreto de la muerte. El árbol lo conoce. No lo conozco yo.
¡Hasta mañana!...