Ayer mi ciudad amaneció más mi ciudad.
El cielo estaba azul Saltillo, y el viento que bajaba de la sierra parecía recién hecho. Como era día feriado las calles se veían libres de esa bendita maldición, el automóvil, y la muy poca gente que por ellas caminaba lo hacía con ligereza, como si no llevara encima ningún peso y ningún pesar, ni siquiera el de vivir.
Algo hay que me preocupa, amigos: me estoy aquerenciando con la vida. A mi edad debería empezar a desasirme de su abrazo. Pero es tan bella, tan sabrosa, que le he tomado cariño. Temo que voy a decirle: "No te vayas" cuando ella me esté diciendo: "Vete".
Pero eso será después. Todo será después, hasta que después sea nada. Mientras tanto pasearé por mi ciudad, tan rica hasta cuando era pobre, y seguiré paseando por la vida, tan bella hasta cuando es tan cruel como una mujer hermosa que nos invita a venir y luego se nos va.
¡Hasta mañana!...