En ella están el drama y la comedia, la tragedia y la farsa, el risible sainete y el lacrimoso culebrón. Escribe bien la vida a veces, y otras escribe mal. Debemos leer todo lo que escribe, porque también escribe acerca de nosotros.
Ahora voy por el escenario. Es una calle, y voy por ella. Delante de mí camina lentamente un anciano apoyado en su bastón. Mira en el suelo una cáscara de plátano que algún imbécil tiró ahí. Se detiene y la aparta con su bastón hasta dejarla en la cuneta, donde no hay riesgo de que la pise alguien.
Esto que he visto es una cosa nimia. No alcanza a ser drama ni comedia, tragedia o farsa. Si digo que ese anciano mejoró el mundo al hacer lo que hizo quizás haré un sainete o un culebrón. Lo cierto es que hizo una obra de bien, cuando tantos hacen obras de mal. Lo mirará algún día el que nos mira y le dirá: “Ah, sí. Tú fuiste
aquél que apartó una cáscara de plátano para que no cayera Yo”.
¡Hasta mañana!...