Está lloviendo en el Potrero de Ábrego. Las lluvias han sido lentas, mansas, pero anuncian los tradicionales aguaceros de mayo que dejarán las tierras listas ya para la siembra.
Aquí se dan el trigo y el maíz, la avena y la cebada, el frijol. Nunca faltan el pan y las tortillas para nosotros, y el pienso para los animales, criaturas amorosas sin las cuales nosotros no seríamos nosotros, ni el campo sería campo.
Yo me conmuevo al ver en las labores las plantas pequeñitas, criaturas recién nacidas que por primera vez miran la luz. Me deleito después viéndolas crecer, y gozo finalmente cuando ya grandes dan su fruto. Son como hijos e hijas que cumplen su deuda con la vida dándonos la vida. Parece que conocen las fatigas y cuidados de cultivarlos, y me dicen: "Tú nos diste. Ahora nosotros te daremos a ti".
¡Cuán generosa es la tierra! Le hacemos cosquillas con el rastrillo, el arado o el tractor, y ella contesta riéndose con una cosecha.
¡Hasta mañana!...