Variación opus 33 sobre el tema de Don Juan
Murió Don Juan.
En su lecho mortuorio una sonrisa le iluminaba el rostro.
Eso molestó a los frailes que se congregaron a orar en torno del difunto. Se suponía que el muerto debía tener el rictus de desesperación de los condenados al infierno.
La sonrisa de Don Juan, pues, desconcertó a los religiosos. Y más se desconcertaron cuando el cuerpo del hidalgo empezó a despedir un aroma suavísimo como de rosas, nardos o jazmines.
-¿Qué es esto? -preguntó con enojo el abad del convento-. No es posible que este hombre haya muerto en olor de santidad.
Respondió una de las mujeres que había amado a Don Juan:
-No murió en olor de santidad. El perfume que su cuerpo exhala es mejor que ése. Don Juan murió en olor de amor.
¡Hasta mañana!...