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Moda con identidad mexicana

Propuestas con carácter social contra el folclor

Moda con identidad mexicana

Moda con identidad mexicana

Jessica Ayala

¿Qué distingue a la moda hecha en México, más allá de los tejidos indígenas, los bordados artesanales, los colores intensos y las evocaciones a un pasado prehispánico?

Al hablar de moda en términos de ropa, se hace referencia a un fenómeno cultural que establece los parámetros de vestimenta que se hacen comunes en cierta época, y que la distinguen de otras, atendiendo al contexto histórico, social, económico, político o cultural en el que surge.

La moda se compone de tendencias que la gente considera actuales y que adopta o deja de usar de forma masiva. Aquí, la vestimenta deja de ser sólo una necesidad básica del ser humano, que cumple la función de protegerlo de las condiciones climatológicas, para convertirse en uno de los rasgos culturales que conforman la identidad social. Las civilizaciones antiguas dan cuenta de este fenómeno, pues su indumentaria refleja el modo en que cada una se relacionaba con su entorno, su organización política y social, sus ideales estéticos, creencias y valores.

INDUMENTARIA PREHISPÁNICA

En México, por ejemplo, las civilizaciones prehispánicas utilizaban muy pocas prendas que variaban según la región, etnia y posición social de cada habitante, las cuales tenían en común algunos elementos como la producción de los tejidos, en la que se empleaban fibras vegetales, principalmente; la utilización de plumas, pelo de conejo, conchas, pieles, hilos de oro y plata, a modo de ornamento; los colores intensos (rojo, amarillo, blanco, verde, negro, púrpura y añil) de origen, vegetal, mineral y animal; así como algunos patrones de diseño y confección.

Entre las prendas masculinas se puede mencionar el taparrabos, el paño lumbar que siempre acompañaba al taparrabos y la tilma o capa. Entre las femeninas están el huipil, una túnica suelta, sin mangas, con aberturas para la cabeza y los brazos, con el que las mujeres cubrían su torso; el enredo o falda, con el que envolvían la parte inferior de su cuerpo, desde la cintura hasta los tobillos o las rodillas, y el quechquémitl, formado por dos rectángulos unidos cuyos picos caen al frente y por atrás del torso.

MODA COLONIAL

Durante esta época el mestizaje originó un sistema de castas y clases sociales que vivían y vestían de acuerdo a lo que la Real Audiencia Española estipulaba para cada una de ellas. A finales del siglo XVII, las castas y su moda estaban bien definidas. Las clases privilegiadas imitaron, durante esa centuria y la siguiente, la cambiante y barroca moda europea, apuntalada por Francia, mientras que los individuos de menor rango en la escala social, utilizaban prendas sencillas de lana y algodón.

El atuendo masculino estaba conformado por una camisa sin mangas y una prenda llamada cotón, que era una tira de tela doblada con abertura para la cabeza, sin costuras a los lados; pantalones cortos; un lienzo largo que apoyaban sobre su hombro (sarape) y sombrero de petate. Las mujeres continuaron utilizando, en esencia, las mismas prendas (huipil, falda y quechquémitl) que, sin embargo, fueron adoptando detalles de la vestimenta española. Cierto es que algunas ropas indígenas se transformaron con la Conquista, pero también hubo otras que sólo fueron influenciadas por la moda europea. Muestra de esto son el traje de la china poblana, que conjuga las características de la Maja andaluza con los colores y la blusa de corte indígena, y las chaquiras y lentejuelas provenientes de Oriente; y el de charro, influenciado por el traje del campesino de Salamanca y por los trajes de los jinetes navajos y andaluces que vestían los conquistadores.

Cabe señalar que a partir del siglo XVIII, todas las mujeres de la época, sin distinción de casta y clase social, comienzan a hacer uso del rebozo, una prenda que persiste hasta nuestros días, y dado el desconocimiento de su origen exacto, ha sido interpretada como la síntesis de la mezcla de razas vivida en la Colonia.

SIGLO XIX

Durante esta época, la clase alta pasó de adoptar la moda Imperio, inspirada en el estilo de Napoleón Bonaparte y su cónyuge Josefina (sacos de tipo militar con cuello alto, en lugar de casacas y vestidos de talle alto), a adoptar una moda más austera durante la etapa independentista, abandonando por un breve período atuendos muy elaborados que, no obstante, fueron retomados con la llegada de Maximiliano de Austria y su esposa Carlota, en 1864. Incluso, tras la caída del Segundo Imperio Mexicano, en 1867, y del Porfiriato, la élite siguió vistiendo conforme a las tendencias francesas.

En tanto, en las clases bajas, exceptuando la exclusión del cotón de la indumentaria masculina, la vestimenta continuó siendo la misma para los hombres y mujeres.

MODA CON IDENTIDAD NACIONAL

Como puede observarse hasta aquí, la moda en México carecía de unidad, había seguido dos caminos distintos, uno tradicional o autóctono y otro apegado a las tendencias internacionales. Sin embargo, en el México posrevolucionario, comienza a surgir la preocupación por unificar al país a través de una identidad nacional.

“El gran proyecto de la primera mitad del siglo XX, era tener una identidad nacional, que uniera norte, sur, este y oeste, que habían estado de alguna manera en guerra, y esto se relaciona con la raza cósmica de la que hablaba Vasconcelos, con volver a los orígenes, volver a lo prehispánico como esencia de la mexicanidad”, dice la curadora independiente Ana Elena Mallet, quien explica que este proyecto gubernamental permeó en la moda durante los años treinta, cuarenta y cincuenta, a través de Ramón Valdiosera -quien, por cierto, es el responsable de que al color buganvilia se le conozca internacionalmente como «rosa mexicano»- cuyos diseños de sombreros parecidos a los de los chinacos, y faldas de gala que semejaban las de las chinas poblanas, hacían referencia a lo popular y al pasado prehispánico.

La identidad mexicana en la moda, señala Mallet, logró incluso traspasar las fronteras del país en los años sesenta, de la mano de Josefa, quien elaboró diseños inspirados en el colorido, los diseños y las texturas de los textiles tradicionales mexicanos, que causaron furor en el extranjero, gracias a que encajaban bien dentro de las tendencias marcadas por el movimiento hippie.

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Todo lo anterior corresponde a una época donde había una marcada identidad nacional que luego de los cambios que trajo consigo la globalización, ha quedado diluida. El contexto actual, en la opinión de Ana Elena, genera nuevos retos para los diseñadores de esta generación, quienes han dejado de interesarse en rescatar una identidad nacional y se han aventurado a la creación de una identidad propia, que es mexicana por el hecho de producirse aquí, pero alejada de elementos típicos o tradicionales. “Los diseñadores de esta nueva generación, la gente que está trabajando hoy en día, tiene más una preocupación por crear una identidad propia que pueda competir a nivel global, y no necesariamente una moda que se identifique con lo folclórico”, asegura.

FRIDA KAHLO: REMINISCENCIAS DEL FOLCLOR EN LA MODA

Es imposible hablar de moda e identidad mexicana sin que asome a nuestra mente la imagen de Frida Kahlo ataviada en sus típicos vestidos mexicanos, que incluso la llevaron a las páginas de la revista Vogue, y cuya imagen sigue sirviendo de inspiración para renombrados diseñadores como Riccardo Tisci, Jean Paul Gaultier y Christian Lacroix.

Al respecto, Ana Elena Mallet, considera que el estilo de la artista está enmarcado en el folclor, y el hecho de que se siga empleando en la producción de colecciones tiene que ver más con la oportunidad comercial de aprovechar su imagen, puesto que sigue siendo un ícono asociado con la mexicanidad.

NUEVAS APUESTAS

Mallet, destaca que esta búsqueda de identidad entre los diseñadores jóvenes, los ha hecho volver la vista hacia lo local, que no necesariamente tiene que ver con lo folclórico, y revalorizar los materiales tradicionales, el conocimiento de la mano de obra artesanal y las formas de producción local.

Esto les ha permitido emprender proyectos que incluyen trabajo comunitario y que contribuyen a la conformación del sistema de la moda en México. Como ejemplo, se puede citar a Carla Fernández, quien recientemente recibió el Premio Príncipe Claus de Diseño y Patrimonio Cultural.

Quizá el interés por proyectos con carácter social sea el sello de la nueva identidad mexicana en la moda.

Twitter: @gsi_k

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