De manera discreta no secreta desde hace algún tiempo (poco menos de un año) un reducido, pero talentoso grupo heterogéneo conformado por artistas, publicistas, diseñadores y uno que otro líder de opinión se reúnen con el único fin de intercambiar ideas y proyectos y reflexionar sobre la sociedad lagunera, la actualidad del país, la ciencia y el arte.
Este grupo de personas ha tenido a bien llamar a estas reuniones "La sesión de Montenegro", a dichas reuniones no se convoca, sino más bien sólo suceden, dejando mas en manos del tiempo-espacio y esa inefable personalidad a la que le llaman destino la decisión de reunirse, es algo más bien parecido a un happening que a una agenda.
Nunca, en las pocas ocasiones en las que han sucedido estas reuniones se ha hablado de secrecía o de alguna cláusula de confidencialidad y mucho menos se ha prohibido el hablar de ellas, por eso me tomo la libertad de platicar a ustedes en este espacio de dicho grupo, debo agregar, muy especial.
Las redes sociales digitales, la psicología, el arte, la publicidad, el diseño y la teología son temas comunes en los que se ahonda sin dejar de lado la política y la religión.
Hace algunas semanas hice un descubrimiento, me encuentro mas como un testigo que como un actor en dichas reuniones y considero de fundamental importancia mi papel en ellas, como una suerte de cronista desvelado que tiene la obligación de narrar lo que ahí sucede en el plano existencial, tanto como en el más profundo de los terrenos.
Si la sesión de Montenegro tuviera alguna regla la fundamental sería la tolerancia, aunque en las mentes de los participantes esta condición se da por hecho.
Casos de éxito, reflexiones y expresiones artísticas, así como una que otra broma son lo que ha estructurado la columna vertebral, el eje sobre el que funcionan estas sesiones que nunca son a principios de la semana, sino cuando ésta vuelve a envejecer y nunca antes de las 8 de la noche.
Cierto es que el misterio brinda algo de misticismo a un grupo de hombres y mujeres que se reúnen en algún lugar público o privado y que la lista de integrantes, que no pasa de 20 por el momento, le regala ese burgués tufillo de exclusividad, aunque no es una comunidad o tribu urbana y considero muy remoto que se nieguen a abrirle sus puertas a alguien, más bien, si existiese un requisito para entrar éste sería el hecho mismo de descubrirles en plena reunión para saberse perteneciente a la misma.
¿El nombre? como muchas cosas en la vida, me explican, fue producto de un accidente, pero de eso platicamos después.