Trabajo como investigador/profesor en una universidad en los Estados Unidos. Desde acá, estudio ciudades que en los últimos años han implementado políticas innovadoras de transporte sustentable, buscando entender cómo es que sus gobernantes decidieron impulsarlas y cómo las sacaron adelante, incluso frente a tremenda oposición. Ahí esta el caso de Los Ángeles, donde el público respaldó con su voto un incremento de impuestos para financiar expansiones a su sistema de transporte masivo, o el de Viena, donde el gobierno creció la red de ciclo-carriles de 190 a 1,200 kilómetros en los últimos diez años. Podemos hablar de Vancouver, única metrópoli al norte del Río Bravo que no tiene autopistas urbanas, o de Sao Paulo, donde las protestas contra el aumento a las tarifas del Metro del año pasado dieron pie a la implementación de centenares de kilómetros de vías segregadas para autobuses. En todo el mundo, los gobernantes locales parecen estar cada vez más dispuestos a apostar sus carreras políticas impulsando una agenda de transporte sustentable.
A pesar de esto, la disciplina de la planeación urbana -los expertos- sigue viendo con sospecha a los políticos. Para muchos de nuestros técnicos, el político sigue siendo el enemigo. El alcalde, el gobernador, el presidente, es quien primero no escucha, después quien no entiende y finalmente quien estropea las mejores ideas. No es raro escuchar a los técnicos decir que la planeación urbana debería aislarse de la política. Proponen autoridades de transporte, o institutos municipales de planeación, y diseñan estas instituciones justamente para que los políticos no puedan meter las manos. Suponen, pues, que el político es el obstáculo, y que sacarlo de la ecuación es el primer paso hacia la construcción de ciudades mas eficientes y sustentables.
Curiosamente, los casos de éxito mas interesantes que conozco tienen a los políticos como protagonistas. Los planes que finalmente implementan podrán ser distintos a lo originalmente planteado y criticables en múltiples dimensiones. Sin embargo, son ajustes hechos por políticos pragmáticos los que frecuentemente salvan a los mejores proyectos de un naufragio. En Seúl, por ejemplo, los planificadores urbanos proponían derribar una autopista, y meter todo el tráfico en un túnel. Fue un alcalde -preocupado por el costo y por el tiempo de construcción requerido- quien se animó a derribar la autopista, sin nunca construir el túnel. En la Ciudad de México, los planificadores proponían seleccionar a los operadores del Metrobús a través de una licitación. Fue un alcalde -preocupado por evitar problemas con el gremio microbusero- quien decidió entregarle la operación de los corredores a consorcios creados por los antiguos transportistas. En Santiago, los planificadores estimaron sería posible financiar la renovación de toda la flota de autobuses de la ciudad sin invertir ni un centavo público. Fue un político -preocupado por el escándalo desatado por la posibilidad de la quiebra del sistema- quien promovió en el Congreso una ley de subsidios. En Seúl, México y Santiago, los políticos en cuestión encontraron soluciones pragmáticas a problemas reales, salvando en el camino mucho más que sus carreras. La demolición de la autopista en Seúl convirtió a esa ciudad, de un pincelazo, en una de las capitales verdes del mundo. La inclusión de los transportistas en el Metrobús de México permitió la expansión rápida de una red de corredores que ya cuenta con más de 100 kilómetros. En Santiago, esos subsidios públicos financian no sólo el sistema de transporte masivo más sofisticado de Latinoamérica, sino también la mejora a los sistemas en todas las ciudades chilenas.
Obviamente, existen políticos corruptos y políticos ineptos. Hay muchas ciudades donde los políticos gobiernan desaprovechando oportunidades, malgastando recursos y conformándose con minucias. Muchos de los éxitos sólo se dan porque el político utilizó el plan en cuestión como plataforma para lograr otros objetivos -detonar especulación inmobiliaria, construir una carrera presidencial o evitar la cárcel. Sin embargo, aquellos interesados en promover ciudades más sustentables harían bien en desarrollar un buen instinto político. Las habilidades indispensables al ejercicio de la política -esas que durante tantos años han escapado a los planificadores urbanos- son las verdaderamente necesarias para sacar proyectos ambiciosas adelante. Son los políticos quienes saben negociar y persuadir, son los que saben vender una idea, reclutar apoyos e inhabilitar oponentes. Contrario a lo que muchos piensan, las ciudades mexicanas no necesitan amarrarle las manos a los políticos con planes intocables. Más bien, necesitan reclutar a sus mejores políticos para darle viabilidad y relevancia a tantos planes inoperantes. Respeto mucho el trabajo técnico de las autoridades de transporte o institutos de planeación que tenemos en nuestro país, pero no comparto la idea de aislar a la planeación de la política. En cada cuidad que ha logrado implementar planes y proyectos trascendentes, encuentro que la política fue la herramienta, y no el obstáculo.