CÁNCER CERVICOUTERINO
Síntomas y diagnóstico
El cáncer cervicouterino es un padecimiento que surge y se desarrolla silenciosamente; es decir, es una enfermedad que no se manifiesta sino hasta que se encuentra en etapas muy avanzadas. Por este motivo, es fundamental someterse a la prueba del Papanicolaou anualmente a partir de los 18 años de edad o a partir de la primera relación sexual.
La primera señal del cáncer cervicouterino es el sangrado vaginal anómalo, que consiste en un fluido acuoso que, conforme pasa el tiempo, va adquiriendo una consistencia más espesa y la cantidad de sangre expelida va siendo mayor. Junto con esta señal pueden venir aparejados otros síntomas, como dolor o una extraña sensación de pesadez en el vientre. Los síntomas característicos de cualquier tipo de cáncer, como la falta de apetito, las náuseas y la pérdida de peso, también surgen en las etapas avanzadas del cáncer de cérvix.
Detección Oportuna y Prueba del Papanicolaou
Las lesiones preinvasoras del cuello uterino, así como el cáncer invasor, pueden detectarse en sus fases iniciales de desarrollo gracias a un sencillo método de exploración: la prueba del Papanicolaou. Ésta se lleva a cabo con un pequeño cepillo con el cual se raspa ligeramente el exterior del cuello del útero para recoger células muestra y estudiarlas en el microscopio. La prueba puede ocasionar ligeras molestias e incomodidad, pero por lo general no produce dolor.
Comúnmente, la prueba del Papanicolaou se debe realizar cada año; sin embargo, cuando en una prueba anterior se detectaron trastornos celulares, será conveniente llevarla a cabo cada seis meses, o con la frecuencia que el médico considere necesaria.
LESIONES PREINVASORAS
Existen ciertos trastornos celulares del cérvix, conocidos genéricamente con el nombre de "lesiones preinvasoras", que surgen antes del cáncer invasor. Estas lesiones todavía no se consideran cáncer, puesto que no presentan las características de éste; no obstante, de no ser tratadas, pueden seguir degenerando hasta formar un tumor maligno. Es importante aclarar que no todas las lesiones preinvasoras por fuerza se convertirán en cáncer; de hecho, muchas se revierten espontáneamente.
Las lesiones preinvasoras se detectan mediante la prueba del Papanicolaou o por medio de la colposcopía. En general, los resultados arrojados por la primera indican la presencia de ciertos trastornos celulares que serán analizados más a fondo con la colposcopía o, incluso, mediante la toma de una biopsia a fin de analizarla en el laboratorio.
En la mayoría de los casos, el VPH también es responsable de las lesiones preinvasoras. Por este motivo, se considera que el comportamiento sexual de la mujer (la edad de la primera relación sexual, el número de parejas sexuales) es el principal factor que se ha de tener en cuenta al momento de evaluar riesgos.
Existen varios tipos de lesiones preinvasoras que, en las últimas décadas, han sido identificadas con diferentes nombres. Antes conocidas como displasias leves, moderada y severa, luego como neoplasia intraepitelial cervical (NIC) I, II o III, y ahora como lesión intraepitelial de bajo y de alto grados, se trata de las lesiones preinvasoras más comunes.
Existen tratamientos poco agresivos y muy efectivos para las lesiones preinvasoras. Tal sería el caso de la electrocirugía, de la cirugía, de la cirugía por rayos láser, de la cotización y de la escisión quirúrgica. Cuando, a pesar de la aplicación de los tratamientos, se observa una progresión hacia lesiones más avanzadas, o la paciente se encuentra en un grupo de riesgo elevado, o quiere asegurarse de que no va a padecer cáncer cervicouterino y la fertilidad no es una prioridad para ella, la histerectomía puede ser una opción viable.
Cuando la prueba de Papanicolaou indica la presencia de cualquier trastorno celular, es de vital importancia acudir con el oncólogo, pues es él, y no el ginecólogo, el único especialista capacitado para tratar tanto las lesiones preinvasoras, como el cáncer cervicouterino.