EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Muros

En tres patadas

GABRIEL GUERRA CASTELLANOS
El papel jugado por Merkel ha sido poco popular pero valioso para la Unión, pero no es eso suficiente. Lo que necesita Europa es dirección, y Alemania podría proveerla.

— Gabriel Guerra Castellanos

Hace 25 años el 9 de noviembre de 1989, cayó el Muro de Berlín, símbolo doloroso, oprobioso, de la Guerra Fría y de la incapacidad de un régimen, y de un modelo, de mantener a sus ciudadanos en su propio país.

El "muro de protección antifascista", como le llamaba la orwelliana propaganda de la así llamada República Democrática Alemana, se mantuvo durante poco más de 28 años, impidiendo el libre tránsito de personas, de bienes, de ideas. Muchos murieron tratando de cruzarlo, muchos más terminaron en la cárcel por el delito, así tipificado, de "huida de la República".

Con la caída del Muro se aceleró también el proceso de descomposición y posterior colapso de la Unión Soviética y de lo que se conocía como la Cortina de Hierro, la frontera en Europa entre socialismo/comunismo y las democracias capitalistas de occidente. El temible y aparentemente formidable adversario ideológico y militar fue más frágil que el gigante de pies de barro de los refranes populares, y la pesadilla recurrente de una guerra nuclear desatada por Estados Unidos o la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) se desvaneció.

De las ruinas de la Alemania dividida surgió una nueva nación, más comprometida con las libertades, con la democracia, con el derecho a la privacidad, a la no intrusión del Estado en la vida de las personas. Dos dictaduras seguidas, aunque incomparables la nazi de la comunista, parecen haber vacunado a la Alemania moderna, que es hoy no sólo motor económico sino también espiritual, en el gran sentido de la palabra, no en el religioso, de toda Europa.

A pesar de que la unificación real ha sido tortuosa, de que la parte oriental de Alemania sigue menos desarrollada y próspera que la occidental, la integración de personas, familias y comunidades avanza paulatinamente.

No es una casualidad que la canciller, que allá es la jefa de gobierno, sea originaria de la extinta República Democrática Alemana (RDA). Tras nueve años en el cargo, Ángela Merkel no da muestras de agotamiento, y su rol trasciende fronteras. Villana de la recesión europea para muchos, salvaguarda de la cordura financiera para otros, Merkel es para muchos emblemática de la "nueva" Alemania, de su combinación de tolerancia y firmeza que para algunos, sobre todo sus socios o compañeros en la Unión Europea, es más bien tozudez y rudeza innecesaria. Pero sus índices de aprobación, en su país, son para matar de envidia a cualquier político: más del 74 % de los jóvenes desea que conserve un rol relevante en la vida pública, y un sorprendente 77 % de la población en general aprueba su manera de gobernar.

Un cuarto de siglo después de que se libró de la profunda y cruel división geográfica, Alemania tiene hoy que decidir cuál es su rumbo, su nuevo papel. Dos guerras mundiales, un régimen genocida, la partición y separación, el haber sido escenario central de una a veces muy caliente Guerra Fría, sirvieron para hacer a los alemanes pacifistas, discretos y retraídos en su política exterior.

Los tiempos, las circunstancias, han cambiado radicalmente. Europa está a la deriva, carente de liderazgos. El papel jugado por Merkel ha sido poco popular, pero valioso para la Unión, pero no es eso suficiente. Lo que necesita Europa es dirección, y Alemania podría proveerla si lo desea.

Alemania, y Europa, tendrán que definirse más pronto que tarde.

Twitter: @gabrielguerrac

Internacionalista

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1057936

elsiglo.mx