No es el mayor problema
Se ha hecho cada vez más común que los encabezados de los periódicos y los noticiarios de radio y televisión nos hablen del calentamiento global, como si fuera el inicio del fin del mundo. Con su película Una verdad incómoda el expresidente de los Estados Unidos, Al Gore, fincó la idea, pero muchas de sus predicciones han resultado falsas. Por ejemplo, Gore afirmó en 2008 que en cinco años desaparecería la capa de hielo del Polo Norte, cosa que dista de haber ocurrido. El alarmismo, sin embargo, le permitió ganar el Premio Nobel de la Paz en 2007.
Tanto el secretario de estado de la Unión Americana, John Kerry, como el secretario general de las Naciones Unidas, han afirmado que el cambio climático representa “el mayor reto de nuestra generación”. El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, reconoce que las políticas dedicadas a combatir el calentamiento global tendrán costos, pero afirma que ayudarán a transformar la economía a través de la creación de nuevas tecnologías y empleos. El costo de estas políticas, advierte, será muy inferior al que tendría el incremento de temperatura del planeta.
Sin embargo, Bjørn Lomborg, director del Centro de Consenso de Copenhague y autor de El ambientalista escéptico, señala que la información disponible, incluso en el último informe del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático, apunta a que el daño por el aumento de la temperatura en el planeta será bastante inferior a lo sugerido por los alarmistas, y las medidas para combatirlo tendrán un costo significativamente mayor.
“Ahora sabemos que el costo por daños (del calentamiento global) ronda tal vez el 2 por ciento del Producto Interno Bruto mundial, mientras que las políticas climáticas pueden terminar costando 11 por ciento del PIB”. Los costos se deben a la caída en la producción por las medidas de restricción al uso de combustibles fósiles y por los subsidios a empresas que desarrollan energías que están de moda, pero que no son eficientes, como la eólica o la solar.
La energía hidroeléctrica y la nuclear son las dos formas más eficientes de generar electricidad sin combustibles fósiles, pero los grupos ecologistas se oponen a las dos. Por otra parte, aun cuando se establecieran medidas drásticas para reducir la emisión de gases, la temperatura del planeta no se reduciría o lo haría en un monto muy pequeño.
Lomborg lamenta que el alarmismo haya hecho que cada vez se dediquen más recursos a tratar de disminuir las emisiones de gases contaminantes, sin prestar atención al daño económico o al hecho de que este dinero se podría usar para propósitos mucho más valiosos para la sociedad.
“Vivimos en un mundo en el que una de cada seis muertes es causada por enfermedades infecciosas fácilmente curables; una de cada ocho muertes es producida por la contaminación ambiental, principalmente por cocinar a puertas cerradas con estiércol y ramas; y miles de millones de personas viven en una pobreza abyecta, sin electricidad y con escasa comida. Nunca deberíamos haber abrazado la idea de que el mayor desafío del mundo es reducir los aumentos de temperatura en nuestra generación por una fracción de grado”.