Una gran entrada de aficionados registró el Estadio Corona la noche del miércoles, para presenciar el partido ante Lanús. (Ramón Sotomayor)
Los caminos que llevan al Estadio Corona están congestionados. Como en sus mejores jornadas, la casa de los Guerreros luce un casi lleno; ha llegado la hora de trascender.
Lo saben los jugadores, lo sabe el técnico, lo saben los aficionados. El sentimiento albiverde ha esperado mucho tiempo por una revancha sudamericana.
Sin embargo, apenas comienza el partido contra Lanús (el que habría de darles el pase a los cuartos de final en la Copa Libertadores) y los locales se ven sorprendidos.
La visita toma el control del encuentro. Se va encima una y otra vez hasta que Ismael Blanco, jugador que pasara sin pena ni gloria por el balompié nacional, se topa con un balón que termina en las redes de Oswaldo Sánchez.
Los rostros pintados en la tribuna comienzan a desdibujarse, "ya valió m...", se escucha. La losa se hace más pesada. Ahora se necesita de una remontada épica, de esas dignas de los verdaderos Guerreros.
Pero el latido del Corona va en aumento. Los tambores no han cesado desde el silbatazo inicial. Aunque en la cancha, donde se libra la batalla, reina el caos.
Los jugadores albiverdes siguen sin saber qué pasa. Se supondría que ellos serían los protagónicos en una noche pintada para gloria, pero el equipo luce partido.
El primer tiempo termina con una desventaja de un gol, dos en el global. Cuando regresan del descanso, el joven Ceballos comete falta en el área y la tragedia está por escribirse. El 2-0 en casa (4-1 global) es ya imposible, aún para los héroes de mil y una remontadas.
Una vez más, el equipo de la Comarca cae en una serie de partidos a ida y vuelta; tema pendiente para su entrenador.
Pasó en dos semifinales de Liga (ante Cruz Azul y León). Pasó en dos finales de Concacaf contra Monterrey. Y lo que faltaba, en el torneo más importante del continente.
Un día después, Juan Pablo Rodríguez lo recuerda: "Ya nos pasó. Perdimos la final contra Monterrey en la Concachampions y después fuimos campeones. Esperemos que así sea, quedamos eliminados de un torneo internacional, trascendental para el equipo, pero ahora viene el pelear por el título y ojalá éste sea el bueno, en el que levantemos la quinta corona".
Entre la hinchada reina la desilusión. Coraje. Impotencia. "Nada más llegando a la final de Liga podré perdonar esto", se repite un aficionado con la mirada perdida.
La deuda de Caixinha con la afición lagunera sigue pendiente por saldar.
