No se cómo pero lo sabía
Cuando el cuerpo funciona espontáneamente, se le llama instinto. Cuando el alma funciona espontáneamente, se le llama intuición.
Osho
Hace años hicimos en el grupo radiofónico en el que colaboro una campaña cuyo slogan rezaba: “la diferencia entre oír y escuchar radio”. Oír es una función física, escuchar va de la mano con poner atención, ¿cuántas veces estamos oyendo lo que alguien nos dice pero nuestra mente y el foco interior está puesto en algo más? ¡Muchas, seguro que muchas!
Y pasa lo mismo con “ver” y “observar”. Podría decirse que en ambos casos la verdadera diferencia está en la mecanización y la conciencia.
Tengo la impresión que la inconciencia nos ha privado de algo que todos poseemos pero hemos olvidado: la intuición. Antes era frecuente escuchar en casa decir a los padres: “tengo una corazonada”, “me late esto” o “hay algo en mi interior que me hace desconfiar o confiar”, según era el caso, ahora lo que escuchamos es: “yo creo que” , “usa la cabeza”, “analiza”, “pondera”.
Le hemos cedido mucho espacio a la racionalidad, todo queremos arreglarlo con la lógica, pero muchas veces la vida es todo menos lógica. Cuando hablamos de intuición hablamos de sabiduría, de esos restos de ADN ancestrales que vienen heredándose generación tras generación y que seguramente se crearon de una gran materia prima: la observación.
Cuando nos quedamos quietos y observamos no sólo alcanzamos a percibir la materia o el cuerpo físico, vamos más allá, conectamos con una experiencia espiritual que te dice, sin decirte, algo más.
La palabra intuición proviene del latín in que significa dentro y tueri, mirar: mirar adentro. Cuando logramos hacerlo, recibimos un chispazo de conocimiento inmediato, donde no hubo cabida para la deducción o el razonamiento. Hay quienes la identifican como una voz interior que reconocemos pero que no sabemos de dónde proviene. Otros la ubican como inspiración, como una luz que te señala el camino a seguir.
Estamos tan poco acostumbrados a escucharnos y propiciamos tan poco esa escucha interior que cuando lo logramos no reconocemos ese silencio que nos habla.
Nos asusta descubrir que tenemos capacidades que se escapan a la explicación científica, nos parece que es algo impropio, malo, pecaminoso. Lo asociamos con prácticas mágicas y hasta de esoterismo.
En países como India sus creencias y prácticas religiosas, les han permitido estimular estas experiencias, por ejemplo, a través del tercer ojo que es en esencia el portal a los mundos interiores. Los Upanishads, los libros sagrados, describen al ser humano como una ciudad de diez puertas. Nueve puertas nos contactan con el mundo exterior y las ubican en los orificios corporales. La décima puerta, se abre hacia la interioridad que toca la totalidad del espectro de los niveles de consciencia, eso es lo que hace el tercer ojo, y al observar la conciencia la intuición se desarrolla.
Hay quienes se refieren a la intuición como el sexto sentido, eso que nos advierte de peligros o el reconocimiento de personas afines, de hecho hay quienes afirman haberlo localizado físicamente, lo ubican en la corteza cingulada anterior del cerebro, es una región localizada entre los dos hemisferios cerebrales; en un estudio efectuado en Washington University de St. Louis se concluyó que tenemos un sistema de alarma que advierte cuando hay riesgos y peligros, físicos y emocionales, esto nos permite corregir nuestro comportamiento y resguardarnos.
La intuición supone un canal que nos conecta con nuestra fuente de sabiduría interior, también activa el poder creativo y la movilización de recursos y energías arquetípicas con las que contamos todos.
¿Podemos desarrollar una mayor capacidad intuitiva? Sí, hay que aprender a escucharnos, hay que confiar en nosotros mismos y hay que reconocer que la intuición es parte de nuestro estado natural; fluir más, descansar la mente, nos ayudará en este propósito.
Twitter: @mpamanes
